Politeia es tanto la forma de organización política de una comunidad en general, como una forma específica en la que gobierna la clase media mayoritaria que está “cualificada”. Este segundo sentido más restringido, según Aristóteles, se contrapone a la democracia, un sistema que estudió bien y al que calificó como la forma desviada y corrupta de la politeia. Esta forma ideal de ordenar la política de una ciudad-estado (Polis) implica una idea de justicia como cumplimiento de la ley y como distribución en función del mérito, que le sirve al Estagirita para criticar a los oligarcas y a los demócratas. En todos los casos, la ordenación jerárquica de la Polis en la que mujeres, niños, extranjeros y esclavos son excluidos de los asuntos públicos de la política quedará justificado por Aristóteles. Por supuesto, que tal exclusión parece inaceptable hoy, y un lector cuidadoso encontrará fisuras en el discurso aristotélico, sin embargo, pongámonos a prueba a través de la ciencia política de Aristóteles.
Aristóteles explicaba la existencia de todas las cosas mediante cuatro causas; la causa material, la formal, la eficiente y la final. Las comunidades políticas en tanto que entidades capaces de agrupar y dar sentido a la vida social de los seres humanos también pueden ser explicadas utilizando estas cuatro causas. En esta parte I de esta entrada 3.12 de la serie Zoon Politikon, nos centraremos en la Causa material.
La materia de la que están hechas las comunidades políticas son los individuos, meros organismos vivos cuya disposición natural, su sociabilidad intrínseca hace que vivan juntos formando familias, clanes, pueblos y ciudades. Aristóteles defendió que el tamaño de la comunidad política ideal es la Polis porque se alcanza el punto de autosuficiencia, al tiempo que todavía era posible la participación directa y activa de los ciudadanos. Desgraciadamente, su discípulo Alejandro Magno al levantar el imperio macedónico demostró que otras formas políticas más extensas eran posible, incluso que esa expansión es precisamente la tendencia histórica. Los imperios antiguos y modernos parecen contradecir el criterio de la autosuficiencia, y en consecuencia surge la cuestión de cuál es la forma de organización ideal o posible para manejar sociedades que exceden la ciudad-estado. Hasta hace muy poco, los estado-nación parecían la escala perfecta de comunidad política, sin embargo, la globalización socioeconómica y tecnológica ponen en jaque, y posiblemente mate, a los sistemas de organización política que han venido configurándose a lo largo de la época moderna. Así que, los escenarios de la política en el estado-nación representan una obra teatral de gobierno que en realidad no tiene lugar a esa escala siendo, más bien, la apariencia de soberanía nacional la forma impostada e intermedia de una transición hacia lo desconocido.
Se podría alegar que Aristóteles no erraba respecto al tamaño ideal de una comunidad política autosuficiente y con una participación activa de sus ciudadanos. Las reacciones violentas o extremas a la globalización son una señal de malestar y resistencia al desbordamiento del marco político de los Estado-nación. Así, nacionalismos de diversos tipos (concéntricos o excéntricos, étnicos o religiosos, históricos o utópicos o una combinación de algunos de estos) quedarían explicados y, a veces, justificados. Sin embargo, el impacto de la actividad humana ha alcanzado la escala planetaria, y esto nos obliga a pensar el principio de autosuficiencia también en términos globales. Además, las condiciones infraestructurales de tipo ecológicas y tecnológicas, así como las condiciones estructurales de interdependencia económica y social, que van aparejadas, impiden volver al sueño dogmático de las ideales comunidades políticas del pasado.
Al independentismo catalán, al neo-fascismo español, al Trumpismo, a la oleada de Ultraderecha en europa, al integrismo islàmico neo-medieval… a todos ellos habría que entenderlos en términos de reacciones irracionales y nostálgicas de un pasado que nunca fue ni justo ni inclusivo, y por ende, ni ideales.
Quizás repensar la dimensión de una comunidad política global y la mejor forma de organizarla sería más realista para garantizar la justicia e inclusión en el siglo XXI que el intentar “recobrar” esa independencia y soberanía bien perdida. El Cosmopolitismo que mira a las condiciones del presente para construir el futuro constituye una alternativa más constructiva. ¿Pero de qué forma podría organizarse esa comunidad planetaria? ¿Qué Politeia podría garantizar la justicia e inclusión bajo estas circunstancias? Esto nos llevaría a la segunda causa Aristotélica, la causa formal, que trataremos en la Parte II de esta entrada.