La siguiente parada en nuestro viaje a través del tiempo que recorre el vector política del Homo Sapiens es la Ilustración Griega, en Occidente, y la época dorada de la filosofía china con su Cien Escuelas del Pensamiento, en Oriente.
Un denominador común de ambas tradiciones de pensamiento nos sorprende. El mérito debe considerarse un factor de buen gobierno, y la sociedad debe organizarse con vistas a garantizar que el poder recaiga en las manos de los que reúnen capacidad y virtud. Platón coincide en esto con Kong Fuzi (Confucio), Sun Tzu y Mozi. La relación de estos meritorios gobernantes, administradores y líderes con los gobernados devine inaceptablemente paternalista y antidemocrática para nosotros, –sujetos hechos por el neoliberalismo contemporáneo. Sin embargo, veamos cómo estas comunidades políticas pueden desacreditar el ideal del hombre que se hace a sí mismo y de igualdad de oportunidades como base de la democracia.
Confucio piensa que el gobernante, con el ejercicio de su mandato, da ejemplo a los gobernados, a que sus ideas y políticas se diseminan a través de sus ministros y funcionarios, quienes deben lealtad, deber y benevolencia tanto al gobernante como al pueblo. Vemos que esta posición intermedia está marcada por el mérito de estos “hombres medios” para evitar la caída del monarca en el despotismo o la crueldad, por una parte, y para impedir la insurrección o usurpación injusta del poder por arte de facciones internas desbordadas de ambición partidista, por la otra. El pueblo llega a ser bueno por la emulación del junzi, el hombre superior, normalmente asociado a la aristocracia. Estas filosofía política llegó a ser doctrina oficial en China marcando el carácter de esta sociedad hasta nuestros días.
Sun Tzu considera, no obstante, que esta concepción de organización política no era lo suficientemente robusta como para garantizar la supervivencia del estado en tiempos de guerra, mientras que Mozi señala que el énfasis que Confucio pone en la familia provoca la degradación de la meritocracia en el nepotismo y el amiguismo. De ahí que, por una parte, Sun Tzu tome un enfoque más práctico para reforzar el liderazgo con estrictos preceptos de la estrategia militar, y con ello proveer a la organización política de un marco independiente de los intereses particulares que puedan debilitar la integridad de la comunidad. Por otra parte, Mozi piensa que la organización social debe garantizar que sólo los virtuosos y capaces ostenten la autoridad. A este grupo de poder sólo se debe acceder a través del estudio, y sólo dentro de esa élite los planes del estado pueden ser compartidos y decididos.
Curiosamente, Platón propone un modelo de república basado en principios muy similares, –una estructura social férreamente estratificada en función de la virtud y capacidad aprendida y ejercida, totalmente ajena a la procedencia familiar y género de los individuos. L@s filósof@s toman decisiones políticas que están por encima de los intereses económicos partidarios, y que guerrer@s guardianes y productores han de acatar. Ell@s mism@s, en contraprestación a esta posición política privilegiada, han de mantenerse al margen del dinero, de las propiedades e incluso de la familia, en su sentido tradicional, para garantizar que el proceso de deliberación política se dirige al bien común.
Hoy pensamos con ligereza que este planteamiento es antidemocrático, estamental, simplemente antiguo… Sin embargo, desafía nuestra idealización democrática. ¿Nuestras democracias garantizan la igualdad de poder decisorio? ¿Quién forma parte de las élites donde se concentra dicho poder? ¿Son públicas y ejercen un liderazgo basado en cierta superioridad moral y de conocimiento? ¿Se puede acceder a ella por méritos propios o está sujeta al nepotismo o amiguismo? ¿Logran crear vínculos y estructuras sociales fuertes al margen de los intereses del mercado, o dichas estructuras se han visto absorbidas e instrumentalizadas? ¿Es compatible la tan cacareada política democrática con el capitalismo globalizado? Desigualdad política en favor de élites económicas deslocalizadas y anónimas socavan las comunidades y el sentido último de la esfera política. Basadas en redes clientelares, estas élites proclaman en los medios el mito del hombre que se hace a sí mismo. ¿Si esta forma de capitalismo parece incompatible con la democracia, que nos hace mejores que los antiguos… el autoengaño?