Primera Etapa

Zoon Politikon 1.12 - Responsabilidad, sangre y excelencia en tiempos homéricos

En esta serie dedicada a nosotros mismos, –en tanto que zoon politikon, iniciamos un viaje en el tiempo para descubrir diferentes aspectos de la dimensión política de nuestra especie con vistas a desenmascarar las verdades dominantes del neo-liberalismo.

Dar ejemplo a través de la areté o excelencia, –que luego se traducirá por los romanos como virtud moral, parece una práctica ética, algo que concierne al ámbito de la experiencia y acción personal, aunque tenga implicaciones para el juicio ajeno. De nuevo aquí, nuestra visión moderna de las cosas nos hace ver el mundo homérico en términos de una distinción entre ética y política que era inexistente para aquellas comunidades políticas. Entender a Aquiles, Héctor, Agamenón, Paris, Helena… quizás nos permita degustar mejor lo específico de nuestro sentido de lo político, su limitación y pérdidas. Por supuesto, no podemos volver a la antigua grecia o china pero sí evidenciar nuestras contingencias y sinsabores.

La sangre, en un doble sentido, marcaba los límites de la comunidad. El primer sentido se refiere al linaje de procedencia que unía a las personas en familias, clanes, etc., al tiempo que asignaba a cada individuo una posición, una función, un valor y un deber dentro de la comunidad. El segundo sentido del poder de demarcación de la sangre lleva a la guerra con otros pueblos, por un lado, y a la justicia dentro de la propia comunidad, por el otro. La Iliada nos enseña la cadena de sangre que enfrenta a aqueos y troyanos, mientras que la Odisea termina con la sangrienta justicia de Ulises con los aspirantes en su Ítaca.

En la cultura homérica, la responsabilidad y el deber para con la sangre en cualquiera de sus sentidos es inexcusable, incluso cuando se reconozca cierta justificación por la falta en el cumplimiento del deber, de manera que la comunidad exigirá el pago de esa deuda vergonzosa. La sangre constituye un marco político del cual emerge el sentido de la acción ética de las personas, pues el error moral o no, –la falta de efectividad en las acciones en general, atenta contra el orden de la comunidad, pues la excelencia hace mejor al sujeto colectivo. De este modo, no se puede hablar de esferas políticas y éticas que funcionan separadamente. Nuestro mundo neoliberal globalizado añade, además, el problema de que las acciones éticas no tienen impacto en la arena política.  

Aparentemente, nuestros políticos discuten por cuestiones éticas, –se dice, cuando se dejan de lado cuestiones más importantes, –se argumenta, cuando ni lo uno ni lo otro es siquiera posible. La sangre ha sido substituida por el dinero; el mercado capitalista se ha apoderado de la sociedad, –famélico fantasma de la antigua comunidad política, y el sujeto colectivo se ha diluido entre convulsos estertores mediáticos. La política como esfera es un teatro, un escaparate en el que el tema de moda es la ética, pero recuerda que es sólo teatro. Venta de armas ilegítimas, tratos de favor en las sacrosantas instituciones del saber, subidas de sueldo injustificadas, puertas giratorias; todo se denuncia y se persigue en los medios y redes sociales. La ética como práctica individual es impotente porque le falta una comunidad de referencia en la que florecer y multiplicar sus efectos de la excelencia en un sujeto colectivo. El vínculo entre la una y la otra está roto para que campe a sus anchas el capital, que impone su discurso tan legitimador como falaz mediante la construcción de dóciles sujetos individualizados.

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José Emilio Batista Barrios

Artículo escrito por José Emilio Batista Barrios, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.