” Diógenes Laercio, en su “Vidas de filósofos ilustres” (trad. José Ortiz, ed. Iberia, Barcelona, 1962) recoge testimonios y fragmentos de los primeros filósofos, conocidos como physikós:
[Tales de Mileto] Dijo que el agua es el primer principio de las cosas; que el mundo está animado y lleno de espíritus. Fue inventor de las estaciones del año, y asignó a éste trescientos sesenta y cinco días. No tuvo maestro alguno, excepto que viajando por Egipto se familiarizó con los sacerdotes de aquella nación. Jerónimo dice que midió las pirámides por medio de la sombra, proporcionándola con la nuestra cuando es igual al cuerpo.
Preguntado qué cosa es difícil, respondió: El conocerse a sí mismo. Y también, qué cosa es fácil, dijo: Dar consejo a otros. ¿Qué cosa es suavísima? Conseguir lo que se desea. ¿Qué cosa es Dios? Lo que no tiene principio ni fin. ¿Qué cosa vemos raras veces? Un tirano viejo. ¿Cómo sufrirá uno más fácilmente los infortunios? Viendo a sus enemigos peor tratados de la fortuna. ¿Cómo viviremos mejor y más santamente? No cometiendo lo que reprendemos en otros. ¿Quién es feliz? El sano de cuerpo, abundante en riquezas y dotado de entendimiento. Decía que nos debemos acordar de los amigos ausentes tanto como de los presentes. Que no el hermosear el exterior es cosa loable, sino el adornar el espíritu con las ciencias. No te enriquezcas - decía también - con injusticias; ni publiques secreto que se te ha fiado. El bien que hicieres a tus padres, espéralo de tus hijos. Fue de la opinión que las inundaciones del Nilo son causadas por los vientos etesios que soplan contra la corriente.
Anaximandro [discípulo de Tales], hijo de Praxiades, fue milesio. Dijo que el infinito [apeiron] es el principio y elemento, sin definirlo como el aire, el agua ni otra cosa. Que sus partes son mudables, pero del todo inmutables. Que la tierra está en medio del universo como centro, y es esférica. Que la luna luce con luz ajena, pues la recibe del sol. Que éste no es menor que la tierra, y es fuego purísimo. Fue el primero que halló el gnomom, y lo colocó en Lacedemonia para indagar la sombra, como dice Favorino en su Historia varia. Halló también los regresos del sol, notó los equinoccios y construyó horóscopos. Fue el primero que describió la circunferencia de la tierra y mar, y construyó una esfera.
Anaxímenes Milesio, hijo de Euristrato, fue discípulo de Anaximandro. Algunos dicen que lo fue también de Parménides. Dijo que el principio de las cosas es el aire y el infinito. Y que los astros no se mueven sobre la tierra, sino a su alrededor. Escribió en dialecto jónico, y en un estilo sencillo y sin superfluidades. Apolodoro dice que nació en la Olimpíada LXIII, y murió cercano al tiempo en que Sardes fue tomada. Hubo otros dos Anaxímenes naturales de Lampsaco: el uno, orador, y el otro, historiador, hijo de una hermana del orador, que escribió los hechos de Alejandro. El filósofo escribió esta carta:
Anaxímenes a Pitágoras: Tales en su vejez partió con poca felicidad. Saliendo como solía al zaguán de su casa por la madrugada, acompañado de una criada, a fin de observar los astros, no acordándose del estado del terreno, mientras miraba los cielos atentamente, se precipitó en un hoyo. Este fin tuvo este astrólogo, según dicen los milesios. Nosotros, nuestros hijos y los concurrentes a la exedra para cultivar la literatura, tendremos siempre en memoria varón tan grande, y seguiremos su doctrina, no dudando halló el principio de las cosas.
¿Qué clase de comunidad originan Tales, Anaximandro y Anaxímenes el siglo VII a. C. en la antigua Grecia? ¿Qué acogida tuvo la actividad de la Filosofía, recién inventada, en la Hélade?
¿Qué importancia tienen estos pensadores para nosotros?
Respecto a la primera pregunta
Estos filósofos físicos investigan el arjé o primer principio material de la realidad; buscan el origen de todo, las leyes que gobiernan la naturaleza. Voluntariamente se prohiben a sí mismos el recurso a la bella tradición de sus mitos homéricos, la sabiduría popular de Hesiodo o las revelaciones de la religión olímpica. Para construir deben deconstruir estas capas en las que ellos mismos se han formado. Hay en ellos un intento genuino de estar abiertos a la naturaleza, de observarla, de dejarla hablar sobre sí misma y sobre el propio humano que pertenece y florece en ella sin recurrir a lo humano en la medida de lo posible.
Nace así la actividad filosófica y científica, pues eran inseparables entonces, que pretende entender la unidad del cosmos (orden) y la infinita diversidad que nos brinda; armonizar el devenir de los acontecimientos naturales con el ser de las cosas; su inexorable necesidad con la inquietante contingencia del cambio.
Es una comunidad que busca pacientemente la verdad; el encuentro entre realidad, pensamiento y acción, al margen de su suelo cultural, pero al abrigo de relaciones de amistad, de honesto debate, de constructiva crítica, de métodos, principios, y conceptos compartidos y también discutidos.
Sobre la segunda pregunta
Tales fue considerado uno de los siete grandes Sabios de Grecia, Anaximandro fue su díscipulo quien a su vez tuvo a Anaxímenes como continuador; crearon una escuela de pensamiento reconocida y respetada. Aportaron saber, prestigio y ayudaron a construir cierta identidad griega; una autoimagen de pueblo racional y avanzado capaz de aprender de otros pueblos y de la naturaleza; de ir más lejos, más allá de su tradición, o si se quiere, enriquecerla. El exceso o saturación de este ideal identitario, que desprecia a otros pueblos como bárbaros, quizás fuera una de las causas de su declive.
En la historia de Grecia, también, encontramos posteriormente recelo y rechazo hacia los filósofos y sus actividades, pero fueron puntuales y motivados por razones políticas en situaciones de crisis e intolerancia. En general, la civilización griega, sus comunidades políticas, vieron nacer en su seno una comunidad filosófica que actúa como un motor crítico interno que disuelve el suelo refractario de la cultura helena, en parte, para producir un humus fértil y creativo que la hace brillar en la historia humana.
A la tercera cuestión
Más allá de sus consecuencias prácticas que transforman el mundo humano y la naturaleza, tanto en un sentido positivo como negativo, esta primera escuela milesia puede mostrarnos hoy aspectos saludables y olvidados de cómo integrar diferentes prácticas comunitarias en una dinámica ascendente, afirmativa y productiva.
Que el primer principio sea el agua, ápeiron (lo indeterminado) o el aire y el infinito; que se presenten pruebas y se refuten; no impide a Anaxímenes recordar con gran respeto y reconocimiento al maestro de su maestro con el que está en desacuerdo. La práctica de la crítica contemporánea es fría, profesional y destructiva; solo destructiva. No dentro de la actividad científica, que ha incorporado este sentido de crítica constructiva y de apertura honesta y aproximativa a la verdad sobre la naturaleza. Por desgracia, ya no es tampoco el ideal inspirador que fue en la Ilustración; ha sido instrumentalizada, absorbida en la compleja matriz de saber, poder y economía. La crítica actual en el ámbito social, cultural y político carece de una conciencia extendida, de un foco posibilista y de una deliberación conveniente para la comunidad humana en tanto que totalidad. La actitud crítica en los medios, en las redes sociales y ya cada vez más en las calles está gobernada por el egotismo, el sectarismo y el frentismo; es instrumentalizada curiosamente para dogmatizar. Nuestra actividad crítica diaria, de la que nos jactamos que sea un ingrediente esencial de la “verdadera democracia” o de la “libertad de expresión” ha devenido nuestra herramienta esclavitud y decadencia. Por ejemplo, es habitual leer en los manuales que al “surgir” la filosofía “se pasó del mito al logos”, acentuando con ello la ruptura, el enfrentamiento y la radical innovación de una saber racional emergente frente a una tradición infantil y mágica. Esto no es más que el síntoma de nuestro tiempo, de nuestra propia concepción de la crítica, de un tipo histórico de crítica proyectada en el pasado. Los filósofos de Mileto supieron purgar elementos antropomórficos de la tradición y al tiempo supieron construir sobre su impresionante herencia cultural. Es nuestra concepción de crítica recalcitrante y su desbordada ambición de lo ilusoriamente nuevo la que disuelve pero no fertiliza, la que cuestiona pero no crea, y por tanto la que debe ser revisada pues ya no nos permite concurrir a la exedra para cultivar la literatura ni honrar la memoria de otros; esta actitud crítica nuestra, cuanto más alimenta al yo al que sirve ciegamente, más nos aprisiona en la finitud de su amo.