No todos cobramos lo mismo por el trabajo que hacemos,
prueba clara de que el valor de los trabajos es muy desigual…
“Desigual”, ¿en función de qué?
En función del valor que los seres humanos atribuimos al trabajo, a los distintos trabajos, a las distintas profesiones.
Durante siglos, el pensamiento occidental pensó que el valor era una cualidad de las cosas, como lo es cualquier predicado (altura, peso, color, etc.), pero hoy bien sabemos que los valores son cualidades que las personas “atribuimos” a las cosas y a los comportamientos, por lo tanto, son subjetivos,
son construcciones que nos sirven como referencias, como criterios para que podamos gobernarnos individual y socialmente,
son, por lo tanto, guías para la acción,
son…elecciones:
motivadores de actitudes.
Breve introducción esta para intentar comprender el comportamiento de tantos ciudadanos asomados a los balcones para aplaudir a los sanitarios que trabajan en los hospitales y que han atendido a tantos enfermos del COVID 19.
Pues bien,
en estos dos meses largos que llevamos viviendo con la pandemia, ha habido un verdadero terremoto emocional en el espacio de la “axiología” (ciencia de los valores), en relación con lo que una sociedad considera que es valioso, estimable, digno de ser honrado. Y se ha puesto de manifiesto desde los balcones de ciudades y pueblos, redes sociales, conversaciones casuales,
empezando por la alabanza a los médicos de hospitales,
siguiendo por ensalzar a celadores, enfermeros enfermeras, auxiliares de enfermería, trabajadores de la limpieza, técnicos de laboratorio y, en general, de todos los que trabajan dentro del hospital que atendían a los enfermos del coronavirus,
y, más después, apareció el elogio a todos aquellos ajenos a la salud pero que hacían posible la provisión a la sociedad de aquellos bienes esenciales para la vida, a cuantos se dedican a labores agrarias, limpieza de calles, farmacias, trabajadores en supermercados…,
de manera que,
primo visu,
podríamos pensar que la pandemia trajo una revolución axiológica,
una mutación drástica en los valores vigente en nuestra sociedad,
y en parte la ha traído y ha hecho que la gente relativice restando importancia a unas cosas, y atribuyendo, valor, a otras.
Así las cosas, bien merecería preguntarnos si deberíamos pensar con algún detalle en
cómo la sociedad debe premiar aquellas actividades laborales y profesionales que no requieren titulación superior alguna;
cómo la sociedad y la política deberían reevaluar las aportaciones sociales y económicas que hacen las mayorías de los ciudadanos españoles y que, según hemos constatado durante la pandemia, tan esenciales resultan para la vida, pues sin los médicos ciertamente moriríamos muchos antes de hora, pero sin agricultores, por ejemplo, moriríamos casi todos en breve tiempo;
bien merecería preguntarnos si de verdad es necesario para igualar salarios y consideración social la extrema dificultad de intentar montar en el ascensor que lleva a las más altas Universidades y a las más altas titulaciones o, bien, si sería suficiente igualar a partir de atribuir más valor y más retribución y más respeto y admiración a todos aquellos que se esfuerzan en aquellas actividades que no requieren pasar por esas instituciones académicas.
Aplausos a parte (que ni dan de comer ni desprecarizan), estamos instalados hasta las cachas en una cultura de soberbia meritocrática, desde la que el prestigio del trabajo tradicional básico, esencial, está por los suelos;
sus salarios no suben sino que se estancan o merman,
la sociedad hace siglos que les perdió el respeto.
Tiene que llegar una pandemia para que se hable de ellos, o se les aplauda (al rebufo, ¡ay!, de los aplausos a los “doctores” que estaban cumpliendo con su deber en circunstancias adversas).
La sociedad tendríamos que aprovechar el componente afortunado de una pandemia para VER una nueva manera de valorar el trabajo y a los trabajadores,
no en términos meritocráticos que son siempre injustos, insolidarios y fuente de resentimientos,
sino en términos de dignidad humana y de aportación de valores primarios y esenciales para la vida y el vivir.
Una revolución en nuestra manera de valorar.
Una nueva cultura organizacional.
Los valores constituyen el núcleo de la libertad humana en la medida que son elecciones o preferencias estratégicas de unas conductas frente a otras.