Primera Etapa

Ruido y silencio

Esos son los ruidos. Pero hay aquí otra cosa que es más terrible:  el silencio.

Arranque del episodio tercero de Los Apuntes de Malte Laurids Brigge, Rilke.

A primeros de septiembre de 1902, Rilke llega a París, y le impresionan, por este orden, los ruidos en la ciudad y el silencio de la gran urbe, en plena revolución industrial y en plena explosión de la utilización del coche.

Seguramente, es lo que hubiera visto en esta primavera si hubiera entrado en España.

Ruido y silencio.

Al borde de la crispación en la política y los medios, y del enfado en la ciudadanía: en un tiempo congosto entre enfermedad y muerte a chorros.

Ruidos que se cuelan hasta en la habitación donde uno duerme:

caceroladas en los balcones

rutas procesionales por calles adineradas,

aplausos en ventanas a la hora del atardecer,

autobuses triunfales y jactanciosos con épica de berreo de cláxones por arterias urbanas,

sesiones parlamentarias con la prórroga del Estado de Alerta, chillonas y en formato de trifulca, 

semanales citas parlamentarias de control al Gobierno donde las preguntas se retuercen y se alejan de la realidad palpitante para atrapar el último atisbo de escándalo que abra la arena del Coliseo para la lucha entre gladiadores,

diarias portadas de prensa que siguen a rajatabla la tarea de mantener en el día a día el ruido que se genera en las instituciones facilitando la propagación del seguidismo acrítico (mientras casi todos obvian llevar a primera página la aprobación del Ingreso Mínimo Vital).

Pero…

como sugiere Rilke,

hay algo más terrible y disfuncional que la incomodidad y disipación del ruido:

lo que el ruido no deja oír, lo que silencia.

Multitud de cosas que interesan permanecen ocultas,

como si no existieran,

no se habla de ellas,

por muy visibles que sean sus consecuencias:

¿Nissan se va de Cataluña?

¿Los quinientos mil millones de euros propuestos por la Comisión Europea en concepto de subsidios (no de préstamos) a cargo de una deuda mutualizada?

¿Enfermeras enfermeros que fueron llamados con urgencia a Madrid en los momentos más álgidos del coronavirus a quienes ahora ya no aplauden, ni nadie se preocupa por sus contratos laborales que expiran?

¿Decenas de miles de cirugías que se suspendieron por la epidemia?

¿Comisión en el Congreso para la Reconstrucción o para la Destrucción?

¿Y el significado y envergadura jurídica del Ingreso Mínimo Vital establecido en el Real Decreto-Ley 20/2020, de 29 de mayo, que ha entrado en vigor este primero de Junio?

Ruido y silencio: 

“es falso su silencio, y sus ruidos son tramposos”

(Rilke, Libro de la Pobreza y de la Muerte).

Cosas por hacer que deberían unirnos permanecen calladas. 

Sumamos “crisis”:

sanitaria, económica, social. 

A todas ellas se une la crisis política que ya venía desde atrás,

y que responde a factores estructurales.

Nadie pone en duda la envergadura de las otras crisis, pero la política las agrava todas: perturba el estado de derecho, arriesga el orden institucional, dificulta la concordia ciudadana:

en resumen, altera la paz.

Crisis política, desconfianza absoluta entre partidos, ansiedad por el poder a corto plazo (cosechar antes de sembrar): crisis de representatividad.

¿Quiénes se sienten hoy representados?

Solo unos pocos: los que no quieren hacer política dirigida al más allá de sí mismos (egoísmo frente interés general): los hooligan de cada partido.

 Como la mayoría de la sociedad no pertenecemos a esas minorías, mucha gente no se siente representada (y en esto hemos salido de la pandemia más débiles y vulnerables), irritados cada vez que los escuchamos en el Parlamento, en donde no son capaces de ejercer una oposición crítica, leal, constructiva al único Gobierno posible.

Más que un relato ganador, los partidos de la oposición quieren conseguir una atmósfera de agitación social, de ruido generalizado, incluso de ruido en la Guardia Civil, con el fin de sustituir al Gobierno aunque sin contar con ninguna matemática parlamentaria posible.

¿Quién son los que hacen ruido?

Los que ven amenazado su bienestar.

¿Quiénes los que callan (por ahora)?

Los lo han perdido todo o casi todo.

¡Cuidado!

hay mucha rabia acumulada,

callada,

reconcomida,

que podría tener tentaciones de hacerse ruidosa y frentista.

¿Ruido o silencio?

La respuesta es Una Mejor Política:

el espacio propio de las palabras racionales y decentes,

el espacio del pensar y del hablar sobre la base de la diferencia.

Tenemos que aprender, otra vez, a tener esperanza.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.