Primera Etapa

Pedir perdón

Se suceden “peticiones de perdón” solemnes, en sede parlamentaria incluso, como si  de una respuesta política se tratara.

Queridos lectores:

esta moda de la culpabilidad y de pedir perdón me sabe a una drástica disminución de la responsabilidad, a la instalación de una falacia, pues sin responsabilidad no puede haber culpa.

Me sabe a una frívola alternativa de escape ante el acoso de los perjudicados cuando no se tiene el coraje

de afirmar lo hecho,

o de reparar lo hecho,

o de hacer lo que se debió hacer y no se hizo.

Una de dos:

o responsabilidad para afirmar,

o responsabilidad para reparar o para ejecutar lo que no se hizo y se debió hacer.

Afirmar es con-firmar lo hecho, lo decidido, cuesten los votos que cuesten, con disposición a ser reprochado y/o ser cesado.

Reparar implica re-conocer ilegalidad, error, despropósito y, por lo tanto, conlleva derogar, destruir las estructuras que permitieron y facilitaron los abusos, la corrupción, el perjuicio.

Pedir perdón, sin más, no es un gesto político; es un gesto moral si va acompañado de sinceridad, de humildad, de pesar y de ánimo de reparación, no repara el perjuicio sino que trata de recomponer el orden moral perturbado.

A un Diputado con cargo le preguntaron no hace mucho y respondió: “Sí, me pasé cuatro pueblos con las víctimas del franquismo”,

respondió de manera altanera y arrogante,

queriendo hacer gracia de una desgracia:

con el mismo aire de superioridad ofendió y pidió perdón.

Sí,

piden perdón con aire de superioridad,

o con lágrimas de cocodrilo,

o con cara de penitentes de confesionario, que, después de pecar, aspira a una reconciliación con cargo a Tres Ave Marías, según los perfiles psicológicos,

¡!y a volver a empezar!!

Me gusta mucho la cortesía de pedir perdón, pro no esta moda  que pretende lograr de quienes se espera absolución olvido de lo ocurrido como una especie de salvo conducto para que pueda volver a ocurrir. Busca el penitente desentenderse cuanto antes de un problema y de sus quebrantos en términos personales y de carrera política. Pedir perdón, las más de las veces, es una farsa más a añadir a quienes tratan la política como si de una farsa se tratara.

Los medios de comunicación no ayudan a los políticos a pedir perdón de verdad,

con ánimo de reparación,

con actos que hagan evidente hacer más difícil la negligencia, la mala intención, la avaricia,

porque la rectificación de los políticos se hace equivalente a debilidad, incoherencia, incompetencia, causa suficiente de dimisión fulminante.

¡!Qué clase de farsa es esta en la que nunca se equivocan quienes hablan y siempre son los demás los que permanentemente viven en la negligencia? Vivir y estar interesados en la política, imprescindible si queremos ejercer de condición humana, es…  a g o t a d o r.

Algo distinto deberemos hacer si queremos resultados diferentes. Por eso, propongo, desde la modestia de este Blog, dedicar un día de la semana en el Pleno de Los Diputados para que los portavoces de grupos parlamentarios y demás intervinientes examinen en alta voz y en público las palabras dichas durante la semana y hacer posible que pidan perdón, por sus excesos voluntarios o involuntarios, sean verbales o conductuales, en la cámara o fuera de ella.

Un día de la semana para el ejercicio del control del Gobierno por parte de la oposición;

y un día a la semana, que podría ser los viernes, para el autocontrol de los propios Diputados.

Solo con esta medida obtendríamos:

1.- Dignificar la vida parlamentaria,

2.- Ser mucho más eficientes en el trabajo de legislar, controlar, investigar.

3.- Elevar la correspondencia entre política y sociedad.

4.- Reducir significativamente la desafección social sobre los políticos y sobre la política,

5.- Y la calidad democrática volvería a destellar.

Me seduce imaginarlo, y, más, contribuir a lograrlo.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.