Entre los cambios que están en marcha, quizá el más significativo y de más largo alcance sea el que se produjo de manera tan grande el ocho de marzo de este año en el marco de la historia por la igualdad entre mujeres y hombres.
La magnitud de la manifestación del 8-M no es, por sí sola, la medida del cambio, pues no es evidente cuánto visibilizó, y, menos, cuánto dejó oculto.
La realidad subyacente de la causa a favor de la igualdad esencial entre hombres y mujeres es la que está debajo de la tierra, la que está en el interior de las personas, es decir, lo que piensan y sienten las personas que estuvieron en la manifestación y, también, las que no asistieron, es decir, la conducta subjetiva, interna, privada, oculta a los ojos estadísticos, pues todos los seres humanos quedamos concernidos por este asunto.
La manifestación del 8-M fue la foto de una conducta colectiva, externa, pública, registrable en forma de “dato”, que muestra lo que se dice y lo que se hace, y de la que se habla en los días siguientes en los medios, quizá con tendencia a declinar, pues “la actualidad” es terrible en su imperio.
¿Cuántas personas habían llegado ya cambiadas a las manifestaciones del ocho de marzo?
¿Cuántas personas iniciaron, o reforzaron, su cambio después del día de las manifestaciones?
¿Cuántas personas iniciaron, o reforzaron, sus transiciones íntimas y personales,
y regresaron
a los escenarios laborales, familiares, sexuales, amorosos…,
puestos en cuestión o en situación de conflicto con uno mismo?
Hay dos maneras de orientar los procesos de cambio.
El enfoque humanista dice que cambiando lo que se piensa y se siente cambia lo que se dice y se hace (empieza dentro y trasciende al exterior).
El enfoque conductista dice que cambiando lo que se dice y se hace cambia lo que se piensa y se siente (empieza en el exterior y trasciende a la propia persona).
Los procesos de cambio democráticos responden al arquetipo del “continuo” como conjunto de elementos de naturaleza tal que es posible pasar de uno a otro sin saltos bruscos ni asaltos, a través de una serie infinita de elementos intermedios, variados, contenidos todos ellos en el conjunto.
El continuo que nos trajo al 8-M tiene miles de años que precipitaron de pleno en el corazón y la inteligencia de hombres y de mujeres; pero yo aseguraría que el futuro ya ha comenzado, comenzó hace mucho tiempo. Citaré como una señal a Cristina de Pizán (1364-1430), la primera escritora profesional de la literatura francesa que vivió de sus libros, el más representativo de los cuales es La Ciudad de las Damas, del que Siruela hizo en 2013 una magnífica edición: un alegato a favor de la mujer y una crítica a la misoginia imperante.
Son necesarias las manifestaciones del 8-M y su actualización, pero solo en los cambios íntimos, anónimos e individuales aquellas se hacen perdurables y efectivas.
Lo latente y lo lejano tienen que ganar peso político frente a lo visible y lo inmediato que invade todo el espacio.