Los resultados electorales del diez de noviembre son la imagen de lo que somos políticamente hablando. Esa imagen nos gustará más o menos, pero nos refleja. Cuanto digamos de ella, lo decimos de nosotros como sociedad
La democracia no es solo votar,
por supuesto,
pero…
está tan herida la democracia
que se hace imprescindible gestionar bien los resultados de la votación de los que depende la formación de un Gobierno y la puesta en marcha de una Legislatura. Necesitamos la “certidumbre” de un Gobierno para atender, aliviar, resolver…las “múltiples incertidumbres” que nos rodean y agobian.
Nuestros apoderados políticos no deberían olvidar durante las maniobras de la formación de un nuevo Gobierno:
- Que, de un total de 350 diputados, 52 forman parte de un partido de extrema derecha. La coyuntura los ha aflorado gracias a la catástrofe de Ciudadanos y al Trío de la plaza de Colon en Madrid. Se trata de un voto airado, anti-sistema, de clases medias depauperadas. Y, ahora, estos profranquistas de Vox van a ejercer intensamente en las cámaras legislativas, y todos los diputados van a tener que consumir mucha energía parlamentaria hablando de lo que quieren hablar. “Profranquistas”, decimos, que han llegado no por la fuerza sino porque han sido elegidos: ¡!!qué fuerte!!!, por 3.639.113 ciudadanos. Desinflar el suflé, desalvinizar la derecha española debe ser una llamada de urgencia para formar y estabilizar un Gobierno.
- El PSOE se mantiene en el mismo porcentaje de votos y (casi) en escaños (menos tres): está ante una nueva oportunidad de poder gobernar durante cuatro años,
Gobernar la vida cotidiana con un Gobierno progresista, y los pactos de Estado con la suma de otros partidos (particularmente el Partido Popular) para alcanzar las mayorías cualificadas necesarias en el Congreso para Leyes Orgánicas y Pactos de Estado.
- Que las dos derechas y la ultraderecha quedan lejos de alcanzar una mayoría absoluta, a la que ni siquiera aspiran, pues, más allá de ellos mismos, nadie se apuntaría a unirse: la ultraderecha es un repelente muy eficaz porque lleva dentro el virus letal del extremismo populista y nacionalista.
- Que el “con Ribera no” ahora puede transformarse en con Ribera sí, pues, si bien es un partido hundido, sus diez diputados pueden ser una despensa fértil para ayudar, directa o indirectamente, a una investidura, y poder prescindir de los votos independentistas.
- Que Pedro Sánchez es el único que puede articular una mayoría parlamentaria y hacer eficaz el triunfo de su candidatura a la Presidencia del Gobierno. Está más aprendido que hace unos meses, de manera que el bloqueo potencial que hoy amenaza, no es el mismo que el del 28 de abril. Y, en sus interiores, le ronda ( a él y a Pablo Iglesias) el fantasma de la noche del 24 de julio, día en que se rompieron las negociaciones entre PSOE y UP. Pedro Sánchez prometió el viernes pasado anterior a la votación que en 48 horas, si las votaciones le eran propicias, presentaría un documento
con capacidad para d e s b l o q u e a r.
Y lo ha hecho ya: un preacuerdo firmado con Unidas Podemos: los principales protagonistas del bloqueo han iniciado el desbloqueo. De manera que nada de Re-bloquear como ABC pronosticaba a toda página: el desbloqueo se ha iniciado ya, y, paradójicamente, han empezado a criticarlo desde el Partido Popular que, a la vez, sigue diciendo que con Sánchez ni a la vuelta de la esquina.
El “Ahora SÍ” ya resuelto debe continuar con el “Ahora Cómo”: es una cuestión de habilidades y de actitudes para:
Negociar, comprometer, acordar la investidura, y a ser posible, la gobernabilidad para cuatro años en el marco de la fragmentación existente: hay 16 partidos representados en el Congreso de los Diputados, alguno tan nuevo como “¡Teruel existe!”.
Los Parlamentos se fragmentan porque la sociedad es más diversa y exige sentirse representada.
Es necesario, pues, cambiar la expresión del comportamiento político para hacer frente al cambio social con origen en las severas pulsiones centrífugas territoriales y en las condiciones socio laborales que precarizan y excluyen: eso se hace negociando, comprometiendo, acordando.
Negociar: entre quienes tienen fuerza y entre quienes se necesitan. Si es uno el que tiene toda la fuerza, la negociación no es imprescindible. Si la fuerza está repartida…no queda otro opción. Negociar implica, ¡saber negociar!, perimetrar los espacios de acuerdo alcanzables como hacen de manera tan brillante los bomberos cuando hacen frente a un incendio, que lo perimetran, y eso ya es el comienzo del fin, el comienzo del éxito.
Negociar implica ceder y transaccionar (y antes purificarse de particulares prejuicios, manías y obsesiones), saber perder para conseguir ganar. Hacerlo bien, en términos aproximados de proporcionalidad a los escaños (el escaño es el poder de cada partido, pues las leyes se aprueban con número de escaños, no con el número de votantes que costaron los escaños). Y llegar hasta el detalle que evite conflictos significativos en el futuro.
Comprometer: es negociar en función de lo que pensamos de verdad,
no en función de finalidades tácticas,
o de utilidad,
o bajo presiones indecentes,
con lealtad mutua,
con la finalidad de servir a los ciudadanos cumpliendo, en parte, el propio programa y ayudando a cumplir, en parte, el programa de aquellos con quienes estamos negociando.
Acordar: es el desenlace de la negociación. Sin desenlace…todo es retórica, farsa, incumplimiento electoral, deslealtad hacia los ciudadanos que votaron, traición a la voluntad colectiva, falta de profesionalidad para el ejercicio de la política.