Primera Etapa

La vejez doblemente confinada

Las herramientas más adecuadas de la vejez son siempre el arte y el ejercicio de las virtudes, que, cultivado en todo el periodo de la vida cuando ya has vivido largamente y mucho, trae frutos admirables, no solo porque nunca falla ni siquiera en la última edad de la vida, sino, también, porque la conciencia de haber empleado bien la vida y el recuerdo de muchas buenas acciones es una fuente de alegría.

Acerca de la vejez, Cicerón.

En estos días de luto en los que la mayor parte de los que mueren por el conoravirus son ancianos, y, de ellos, una parte muy significativa vivían en residencias para la tercera edad, me ha parecido conveniente templar el espíritu con una cita del “De senectute”, de Cicerón, casi cogida al azar, pues todos sus pasajes son de íntimo consuelo y de saludable optimismo (para todos, claro, porque, o lo son ya, o lo serán pronto, salvo que ocurra lo peor).

La lectura de esta breve obra maestra constituye una escuela de sabiduría para aprender a ser anciano y para vivir y trabajar como a un anciano corresponde, pues ambas cosas,

  • Aprender a ser anciano
  • Y vivir acorde con la dignidad que corresponde a personas mayores,

son las dos cuestiones esenciales.

Pero, claro, titulamos esta reflexión de una manera tal que nada tiene que ver con el culto al hogar que profesaban los romanos de hace dos mil y pico años, culto que en buena parte se mantenía con la venerable y venerada autoridad de los ancianos.

No sucede así ahora, ni sucederá luego, cuando pase la pandemia: en esto no vamos a salir cambiados.

Sigue existiendo el hogar,

lo seguimos llamando así (aunque con uso poco y pudoroso),

pero del hogar no forman parte los senectos, pues prevalece, con mucho, la condición de obstáculos para eso que llamamos “hogar”, y, frecuentemente, ancianos y hogar resultan incompatibles.

Dos obstáculos fundan, sobre todo, esta incompatibilidad:

  • El primero de tipo físico: el predominio en la vida urbana y  metropolitana de tantas viviendas de reducidas dimensiones,
  • Desde el punto de vista cultural, la idea de que los ancianos son de otra época, que tienen poco que decir a los jóvenes y poco lo que los jóvenes tienen que decirles (desencuentro intergeneracional). 

Seguramente, ambas dos cosas son ciertas en términos generales, porque en este siglo XXI, tan rabiosamente neoliberal, globalizado y economizado, consideramos al anciano como un ser pasivo, amortizado en términos productivos, de escaso o nulo valor añadido, más allá de la utilidad que reportan por ser titulares de pensiones que constituyen en muchas ocasiones apoyos imprescindibles para hijos parados o precarios, más allá de su colaboración, mientras pueden, como canguros de nietos.

La sociedad española y otras tan o más desarrolladas inventaron las Residencias para la Tercera Edad en las que ya viven unas 400.000 personas, instituciones que no tienen el reconocimiento social y político que merecen. No el político, pero tampoco el social.

Estas residencias sorprendieron a los ancianos sin haber aprendido a ser ancianos,

sin haber aprendido a vivir en “instituciones” palabra ésta que ya de por sí no apunta a algo parecido a “espacio hogareño”,

y sorprendió al propio Estado que no se puso a trabajar en un modelo de servicio social a los mayores, tanto residencial como domiciliario (no tengo a mano la cifras sobre mayores que viven solos en pisos propios o alquilados).

Debemos agradecer a esta pandemia que haya visibilizado estos lugares de destierro a donde llevamos a estos mayores que tanto mueren hoy, que tanto los lloramos, y que tanto se nos llena la boca llamándoles “nuestros mayores”.

Los llevamos a una residencia contra su voluntad e Incluso contra nuestra voluntad,

pero los llevamos,

quizá no queriendo saber a dónde los llevamos,

más allá de que iban a estar mejor atendidos que en el propio hogar, lo cual me parece muy cierto.

Hoy, sin pretenderlo, sabemos mucho más de las condiciones en las Residencias de la tercera Edad, hemos tomado conciencia, a la fuerza, de lo poco que hemos votado por la Sanidad Pública y por los Servicios Sociales cuando íbamos a votar en las elecciones generales o autonómicas.

La democracia española tiene una asignatura pendiente con esta parte de la población, que además va en aumento.

Las Residencias de mayores surgieron para quedarse.

Será necesario que los ciudadanos incluyamos en los planes de vida estilos, comportamientos y recursos para cuando lleguemos a la tercera edad, nos hagan capaces de seguir controlando y dirigiendo nuestra propia vida y la vida con otros que no son nuestros parientes;

será necesario que el Estado garantice de manera directa o indirecta residencias adecuadas para que los ancianos puedan practicar esas herramientas tan poderosas y extensas a las que se refería Cicerón;

y, quizá,

lo más difícil,

será necesario que los ancianos aprendamos a vivir y disfrutar de unas relaciones paterno y materno filiales que den nueva vida y esplendor a ese camino que va desde el hogar donde vivieron con sus hijos a una Residencia segura, digna, familiar, en donde la vinculación parental se pueda vivir de otra manera.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.