Primera Etapa

La promesa de diputados y senadores

Dize Dios nuestro Señor,
En la casa del que jura no faltará
desventura. ECCII, 23, ver.36.

AÑO 1681

Leí este texto hace unos días en la fachada monumental del Ayuntamiento de Sos del Rey Católico situado en la Plaza de la Villa. Me acordé, desde luego, de los juramentos o promesas que pronunciaron los Diputados y Senadores electos en las pasadas elecciones del 28 de Abril. Me acordé por aquello de la “desventura”, pues cuánta desventura tuvimos que ver y soportar con ocasión del espectáculo de las Cámaras ante la acreditación de los cinco independentistas catalanes presos y los de la extrema derecha de ese partido que lo llaman Vox. Ya de regreso en casa me faltó tiempo para comprobar la fiabilidad de la cita escrita en piedra y en seguida me di cuenta del nulo interés que tenían en hacer una cita correcta. Ciertamente, la cita tenía que ver con el Libro del Eclesiástico, incluso con el capítulo 23 en el que en dos o tres ocasiones se habla de juramentos, pero la cita del verso 36 estaba hecha sin el más mínimo rigor, más breve, rimada, con una rima pegadiza, picada a la altura de la vista para que fuese fácilmente leída y aprendida por quienes por allí entraban o pasaban, esculpida con fines indudablemente de adoctrinamiento y de moralización de costumbres, sin importarles para nada el rigor de la cita, pero sí la fuente bíblica, y…!parasitando en un edificio público! Decía que el texto lapidario inscrito en la fachada del Ayuntamiento de Sos me llevó al ritual del juramento o promesa

del día 21 de Mayo que abría la XIII Legislatura, en la que lo más evidente fue: la propia vigencia de un ritual de promesa o juramento de la Constitución, y el aprovechamiento de la solemnidad, silencio y cautividad de audiencia para que los candidatos electos introdujeran un breve alegato ideológico más la coletilla de los independistas del ya legalizado jurisprudencialmente “por imperativo legal”. No faltó la airada, ruidosa, chabacana y obscena reacción de las Cámaras que convertían la solemnidad del acto en una juerga callejera. Digamos que todo el ritual del juramento o promesa se convirtió en una Gran Distracción paralela al Gran Espectáculo: me gusta insistir en la idea de que la “distracción” es el Gran Enemigo de la Política y…del Saber. Ritual innecesario, sin ninguna ventaja y con muchos inconvenientes: innecesario resulta explicitar garantías adicionales del cumplimiento de las obligaciones y responsabilidades que asume cualquier ciudadano que logra acceder a la condición de diputado o senador, como innecesario sería que, al cumplir la mayoría de edad y como condición para adquirirla, se exigiera a cada uno el juramento o promesa de que van a cumplir las leyes. Resulta, además, inconveniente, pues arriesga la propia solemnidad del acto e, incluso, ofrece la contradicción de hacer una proclama en contra de la Constitución que prometen acatar, o la contradicción de prometer acatar la Constitución por imperativo legal, es decir, sin convicción alguna, o desde la convicción de pretender no acatarla desde dentro. La promesa o el juramento nos llegan desde muy lejos: es una antigualla, hoy.

No es para nada una antigualla en el muro de piedra de la fachada del Ayuntamiento de Sos del Rey Católico, más bien nos sirve para entenderlo como un elemento cultural de la época y a nadie en su sano juicio se le ocurriría hacer desaparecer la inscripción. Como no es una antigualla que a un Rey que por azar nació en Sos un 10 de marzo de 1452 le llamasen “el Católico” y no simplemente Fernando II de Aragón, simplemente porque ahora nadie le pondría a un Rey el sobrenombre de El Católico”. Es una antigualla, pero ¡está legislada!, y las leyes se cumplen mientras no se modifican o derogan. Así las cosas, el espectáculo del 21 de mayo fue lamentable, bochornoso, indigno de unos recién elegidos. Además es fácilmente evitable tanta desventura, pues ellos, los legisladores, pueden de un plumazo derogarlo y no dar ocasión a que se repita, salvo…!que les guste esa marcha! Y es que, a lo mejor, les gusta. Se les veía muy a gusto haciendo las promesas o juramentos. Incluso se les veía a gusto gritando, aporreando, pataleando, insultando… ¡!Ay, ay, ay!!

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.