Una pausa es una apertura a que pueda pasar otra cosa;
si queremos que pase algo distinto, necesitamos hacer una pausa,
y si queremos hacerla, tenemos que poder y saber cesar en lo que estamos haciendo: sin parada no hay pausa.
Cesar no resulta nada fácil.
Quien confiesa tener tiempo para “cesar” (sea trabajar o divertirse) se descalifica en una sociedad que ha hecho del aprovechamiento del tiempo un altísimo valor, hasta crear el indiscutible “el tiempo es oro”, hasta creer que el tiempo habita en los relojes y hay que ganarle.
Correr, correr, correr;
cabalgar, cabalgar, cabalgar;
reiten, reiten, reiten: de día, de noche, de día… (Rilke).
Esto es lo que hay en el ambiente, en la cultura.
Hasta las vacaciones las hacemos corriendo, hasta el ocio lo vivimos así.
No importa lo que estemos haciendo,
si queremos que pase otra cosa (cambiar, jerarquizar, priorizar, cuestionar, dudar…) tendremos que saber hacer una pausa.
Sin pausas…,
seguiremos haciendo lo mismo, criticando lo mismo,
eligiendo a los mismos políticos, pensando los mismos tópicos,
juntándonos con las mismas personas,
aburriéndonos y aburriendo de la misma manera.
Seguiremos siendo los mismos y lo mismo, en el sentido de idénticos: idénticos a ayer, a hace un año, a siempre.
“Idéntico” trae origen en el pronombre latino “idem”:
los mismos rasgos, el mismo código genético,
de pequeño ya era así,
no puedo ser de otra manera,
soy lo que soy, es mi carácter.
Si queremos hacer algo distinto, y hacernos algo distintos,
aprender,
no confundirnos en la espesura de la “identidad”…,
necesitamos detenernos, pararnos,
afirmarnos desde el otro pronombre latino que también somos,
ipse.
Ipse es el yo mismo,
el cada uno como persona,
el sí mismo como ser,
el sí mismo reflexivo que coincide con el no saber socrático que genera conocimiento a modo de comadrona,
desde el que nos aceptamos y nos reprochamos,
nos comprometemos y cumplimos lo prometido,
nos sentimos responsables de lo que hacemos y de lo que no hacemos,
dudamos… (esa actividad tan inseparable de la existencia, ¡oh!, sí, sí, sí).
Éste es el “ipse” latino,
el ser en marcha que somos (las esencias no quieren saber nada del tiempo, se sienten intemporales, eternas, y trabajan incansablemente para hacernos “esenciales” a los humanos),
el ser que construye su propia biografía, y se hace coautor de la biografía colectiva (individuos plurales: personas).
La “ipseidad” frente a la “idemtidad” (Paul Ricoeur),
el genoma no dicta nuestra personalidad (Siri Hustvedt, en los Espejismos de la certeza).
En fin, no son fáciles las pausas, bien sea la de diez minutos, de un año sabático, la de un respiro para…respirar y romper el círculo vicioso del hiperactivismo y del pánico.
No es fácil. Pararnos a pensar pasa factura,
pero…pasa más factura correr, correr, correr, cabalgar, cabalgar, cabalgar, reiten, reiten, reiten, de día, de noche, de día…
No tiene sentido: si nos falta tiempo, nos faltamos nosotros: nos faltarán las risas y las lágrimas.
Nos va la salud y el desarrollo personal,
y nos jugamos, en ello, el arte de vivir en sociedad, que es el arte de la política, incompatible con la fe ciega en las convicciones aunque los hechos las desmientan.
26-03-2021