Primera Etapa

Ensuciando la democracia

Me uno a Iñaqui Gabilondo en su enfado sosegado y terrible por el espionaje de Estado a Pablo Iglesias y a Podemos.

No me importa repetirme con él, quiero extender lo que dice en lo que pueda, añadiéndole, en lo que pueda, matices emotivos, o contextuales, o históricos…, algo, en definitiva, que cualquier ciudadano puede aportar, como algo añade cada voto que entra en las urnas electorales y como de “algos” se compone la mejora de las convivencias.

El espionaje a partidos políticos legales por un grupo de mandos policiales a sueldo del Ministerio del Interior con el objetivo de localizar, o fabricar, documentación y pruebas inculpatorias…es una enorme obscenidad:

contra la democracia, contra la sociedad.

No se trata de un problema económico (¡que también!),

se trata de flagelación a la democracia,

de asedio a la convivencia democrática,

de acoso a la existencia individual de cada votante,

de falta de respeto a la existencia colectiva, a lo político, a las instituciones del Estado, al propio Derecho.

Nada de extraño, pues, que todos (una mayoría de ciudadanos) nos hayamos sentido atacados con esta persecución a Podemos y a Pablo Iglesias cuando este partido se situó como tercera fuerza política en las elecciones generales de diciembre de 2015.

¿Por qué se atrevieron a esta ilegalidad?

¿Por qué un ataque así en un Estado social y democrático de derecho, como dice de manera tan acertada nuestra Constitución?

¿Por qué esta contradicción entre estos “patriotas constitucionalistas” y sus prácticas políticas?

Patriotas, se llaman, porque están dispuestos a “todo” por España, y, si les preguntas qué entienden por “todo”, te van a contestar flemáticamente: “Todo”.

Quizá quepa explicarlo, porque estos “patriotas” hubieran preferido un Estado liberal y democrático de derecho,

quizá porque liberalismo y democracia han convivido, y conviven, con dificultad,

quizá porque no aman la democracia y solo la usan,

quizá, en fin, porque la democracia no formaba parte de las prioridades de la tradición liberal, que se limitaban a practicar aquella libertad negativa de la que habla Isaiah Berlin, circunscrita a eliminar las interferencias en las vidas de los individuos, a buscar la protección frente a las intervenciones de los poderes públicos,  a evitar “la dictadura” de las mayorías, en definitiva, a conseguir que los intereses de los más no interfieran en los intereses de los menos.

Y no creáis que entre mis ideales figura el de una democracia “pura”. Bien sé que trabajar la democracia es, también, ensuciarte y ensuciarla, pues tienes que llegar a compromisos que a nadie les gustan. Pero esto es política saludable, gestión de intereses enfrentados. Lo otro es corrupción y flagrante deshonestidad. Más bien puras son las dictaduras que, para seguir siendo “puras”, encarcelan a la oposición, la callan, o la exilian. Pues algo de esto tiene que ver con la corrupción a la que nos estamos refiriendo.

Por eso, sobre todo, es intolerable. Lo es, desde luego, para quienes aman la libertad positiva, la democracia de la participación, de la ciudadanía activa, de las mayorías sociales, de las igualdades esenciales entre las personas.

Y, por eso, los ciudadanos nos ponemos alertas y en pie: porque la democracia siempre nos necesita, pero más ante situaciones tan escabrosas como ésta a la que hoy nos dedicamos.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.