También ahora, en esta situación extrema de la pandemia, lo esencial del trabajo político de gran parte de la Oposición es derribar al Gobierno que dirige el Estado de Alarma, incluido el propio Estado de Alarma en sí, hasta el punto de que uno de los efectos del coronavirus es consolidar la crispación política como la vía normal y habitual del trabajo político.
También me llama la atención que opiniones de acreditados periodistas repartan desaciertos generalizando, practicando una especie de equidistancia que les compromete poco y a poco compromete a los distintos actores políticos, cuando me parece bien real que unos partidos políticos y una parte de la sociedad se dedican con insistencia y organización a atacar al Gobierno como si fuese el Gobierno el responsable del propio virus.
No voy a ser equidistante, al menos hoy.
Quiero hacer alabanza explícita
del Presidente del Gobierno Pedro Sánchez,
del Gobierno en su conjunto,
del Ministro de Sanidad, Salvador Illa,
del Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón,
y, en general, de tantos funcionarios y trabajadores de las distintas Administraciones Públicas.
Quiero alabarlos aunque no haya oído, ni leído, una sola vez, a alguien que se haya atrevido a decir de ellos que “se están dejando la piel”, mientras se utiliza esta expresión con una amplia y terapéutica generosidad.
Se aplaude todos los días, a las ocho de la tarde, desde los balcones, a los sanitarios de los hospitales, pero nada parecido hacemos con los profesionales “administrativos” de la Sanidad Pública que están en el Ministerio de Sanidad,
en las Consejerías de Sanidad de las Comunidades Autónomas, sin los cuales…
la Sanidad Pública, simplemente, no existiría.
No existirían esos espacios hospitalarios en donde trabajan los sanitarios a quienes aplaudimos a diario todas las tardes, y que se benefician de los prestigiosos equipos científicos que están asesorando al Gobierno, sin los cuales no podríamos dar un paso, y que se pasan la vida olvidados casi siempre de la gente.
Quiero aplaudir a este Gobierno desde este modestísimo balcón, y me quiero centrar en lo que me parece elogiable (y, de paso, disfrutar de ir contra la corriente):
1.- Porque están tomando decisiones en un escenario en el que nadie conocía, ni conoce todavía, cuál es “el buen camino” para vencer en esta crisis sanitaria.
2.- Por la extrema dificultad de tomar decisiones en un escenario con valores e intereses divergentes, sabiendo que, si priorizas uno, perjudicas el otro, lo que añade dramatismo al proceso de decidir.
3.- Porque en todos los países occidentales (y por supuesto en China) se reaccionó tarde, pero este Gobierno ha tenido que soportar hasta la saciedad, y hasta la suciedad, la acusación hipócrita permanente, tan injusta como disfuncional, de ser, por ello, el único responsable de los efectos mortíferos de la pandemia.
4.- Aplaudo al Gobierno porque, en una situación de alarma, supo desde el principio que es él quien tiene que liderar la acción colectiva con la cooperación política de todos los Gobiernos autonómicos y locales, en una situación de anormalidad en que la toma de decisiones tiene que ser, a la vez: rápida, eficaz, efectiva y rectificable cuanto aconseje el devenir de la pandemia.
5.- Aplaudo con satisfacción porque, después de casi dos meses desde que se decretó la alarma, el país se encuentra en un excelente punto entre los muchos posibles: la curva está descendiendo de manera decidida, y hay ya unas cuantas autonomías en las que la pandemia está bajo control. Y, por lo tanto, es muy probable que tengamos bajo control la situación general dentro de semanas, sin perjuicio de rebrotes esperables.
Quiero aplaudir a este Gobierno no principalmente porque se están dejando la piel (que también), sino
por el buen trabajo que están llevando a cabo,
por la invención y masiva aplicación de los ERTES que tan buen resultado están dando tanto para trabajadores como para empresas,
por la decisión de este Gobierno de poner en marcha el magnífico invento de la Renta Mínima Universal que esperamos verla aprobada durante este mes ( ¡!y porque se va a quedar para siempre!!),
por la transparencia que se está dando en las informaciones diarias y en las reuniones interinstitucionales semanales,
porque sufren visiblemente los límites de sus propias opciones,
porque experimentan en carne propia sus propias equivocaciones,
porque tienen que soportar que ahora mismo el líder del principal partido de la oposición afirme, sin más, rotundamente, que el estado de alarma ya no tiene ningún sentido.
Quiero aplaudir…
porque alguien del Gobierno
experimentó la conmoción sin límites
de tener que firmar la orden
que obligaba a dar entierro a los muertos sin velatorio.
Y expresaré un deseo, tan ingenuo como ardiente, que “la nueva normalidad” de la que habla el Presidente sea sinónimo de “un nuevo amanecer” a la altura de la magnitud del desastre. Y lo puede ser.
Muy fácil.
A nivel individual.
Si llegamos a comprender.
Uno a uno,
que el dolor y la muerte que hemos visto y experimentado no llegaron para deprimirnos o devaluar nuestra dignidad, sino para hacernos madurar y cambiar.