Primera Etapa

Elogio de la política

Escribo recién publicado el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se declara el estado de alarma para la gestión de la crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19.

Día raros, ambivalentes, reales y etéreos a la vez,

de sensaciones varias y encontradas,

pues estamos bajo el impacto de la situación de consternación real y legal.

Después de leer detenidamente el texto legal pienso que se decreta la alarma para que no nos alarmemos los ciudadanos,

pues para eso se inventó el Estado y la política,

como se inventó a Dios muchos antes,

también para evitar la alarma de encontramos solos en la tierra y poder protegernos del pánico frente a la enfermedad y a la muerte.

Días “alarmados” aunque las hojas de los árboles y las flores no se den por aludidas y sigan decididas en su impulso de salir, eclosionar, crecer en esta primavera que se inicia…

Días con pocas personas en la calle, solitarias, de una en una; calles que parecen otras, amenazadas, amenazantes…

Se percibe en el ambiente lo impalpable: miedo y confianza, 

ambas cosas muy positivas para hacer frente a la emergencia sanitaria:

confianza en alguien que representa a todos materializado en la persona del Presidente de Gobierno; y miedo, que nos informa de manera muy corporal y emotiva que tenemos muy cerca una amenaza grave que nos puede hacer mucho mal.

Dosis adecuada de confianza y de miedo: esencial para el equilibrio de las sociedades (y de las personas individualmente consideradas).

Qué delicadas las opciones de los políticos, 

de los medios de comunicación, 

de los ciudadanos individualmente considerados

para que el miedo sea racional, y, por tanto, el adecuado, para, por ejemplo, asumir drásticamente la distancia social y para eludir, por ejemplo, el acaparamiento de bienes necesarios e innecesarios en los supermercados.

Qué difícil la política de la improvisación frente a lo inexperimentado. Y qué angustia en el proceso racional de toma de decisiones…

Las crisis te matan o te fortalecen: espero que ésta sea una gran oportunidad para reflexionar sobre lo que está pasando: 

viene con cantidad de cosas nuevas dignas de ser observadas, reflexionadas y…

DIS-FRU-TA-DAS.

Por ejemplo:

  • la verdad del coronavirus frente a las postverdades reinantes;
  • la insustancialidad de tantos cuestionamientos políticos que un solo virus los desnuda y deja al descubierto sus debilidades;
  • la hermosura del “cuídate para que puedas cuidar a los demás”, ahora convertido en cultura general;
  • la solidaridad de los vecinos con los mayores que nunca había visto de manera tan explícita y generosa;
  • el aprecio que la sociedad está haciendo de la ciencia, de los científicos frente a las chorradas que nos invadían el día a día;
  • o el emotivo aplauso de la gente en las ventanas de su casa expresando gratitud a todos los profesionales que trabajan en los hospitales, en las residencias de la tercera edad… y a todos los que en cualquier parte del mundo se apresuran en la investigación de un remedio preventivo para este virus.

Toda crisis es una situación privilegiada para aprender, y una crisis global debe ser situación privilegiada para que la humanidad aprenda, para que aprendan los Estados. Una magnífica ocasión para que aprenda la Unión Europea y aborde con decisión el futuro de Europa bajo el ideal de sus fundadores de una comunidad que cuida de las personas.

He traído a mi mesa el texto de nuestra Constitución,

y allí está el art. 116 donde se regula el Estado de Alarma, que solo habíamos utilizado una vez, en 2010, con ocasión de la huelga salvaje de los controladores aéreos.

He repasado también la Ley Orgánica 4/1981, sobre los estados de alarma, excepción y sitio (base del Real Decreto que se acaba de dictar) y que fue votada favorablemente por todos los diputados del PNV y de CiU.

Me he detenido en la imagen del Presidente de Gobierno dirigiéndose a todos sus compatriotas desde una angustia íntima que se creía en la obligación de disimular.

Me he fijado en la imagen del líder de la oposición faltándole el tiempo para acusar al Presidente de Gobierno de negligencia dolosa, discurso que ha cambiado con rapidez hacia otro con más sentido común y menos ideología.

Pandemia global, mortífera como siempre, que nos recuerda que el terror de las pestes medievales sigue siendo actual, porque entonces y ahora nos coge sin recursos adecuados para poder reaccionar, de manera que frente a las epidemias seguimos con una ignorancia y pobreza absolutas.

Cuando esta crisis pase seguramente nos enteraremos de cuál ha sido el origen de la epidemia. Y posiblemente llegaremos a la conclusión de que solo otras maneras más saludables de vivir pueden evitarla crisis como éstas y…las otras pandemias mortales de este planeta como el hambre, guerras, violencias, emigraciones masivas, a las que ¡!ay!! no les tenemos miedo, simplemente porque no se transmiten con la saliva.

En Valencia, una imagen refleja la desolación de estos momentos:

la falla de la plaza del Ayuntamiento: truncada, sin plantar, con mascarilla, ojos entornados, ensimismada en la meditación: una alegoría de Valencia hoy.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.