8 de marzo,
viernes
Luces y sombras en París.-
Conocemos la desolación que París le produjo a Rilke cuando llegó en septiembre de 1902, muy bien reflejada en las primeras páginas de Los Apuntes de Malte Laurids Brigge.
Un siglo después, en el otoño de 2001, un amigo mío se trasladaba a París para hacer su tesis doctoral en la Escuela Superior de Electricidad (Supélec), y desde allí me reflejaba parecidas sensaciones y vivencias acerca de:
el París de las prisas, una ciudad de locos, de los apartamentos pequeños en un sexto piso abuhardillado, sin ascensor;
de los turistas apiñados en colas de entradas a museos como tentáculos del gran monstruo de la cultura que los devora;
de la torre Eiffel que apunta al cielo, y no lo alcanza, ni lo acerca;
el París del Sena silencioso y sucio, con un fondo que nadie ha visto pues ya no es posible de tan oscuro e inaccesible;
París, también, de los reflejos trémulos de las luces vistos desde los puentes del Sena;
el París de vagabundos que duermen en los portales, junto a una botella de vino vacía, rodeados de sucios olores, y siempre acuciados por el frío y por la lluvia.
Sin embargo…
todos hemos querido ir a París,
y hasta hemos ido más de una vez.
Tengo muy buen recuerdo de todos los viajes; y muy buenos recuerdos, entre ellos, de varias librerías, una de ellas recientísimamente cerrada, la Gibert Joseph, en el Boulevard Saint-Michel,
y la visita al primer domicilio de Rilke en París del que quiso dejar constancia en la primera línea de Los Apuntes:
Septiembre, 11 Rue Toullier,
y una pausa en la terraza del café de La Paix mientras contemplas la maravillosa fachada de la Opera Garnier o intentas leer los pensamientos a través del trajín de las personas que por allí pasan.
El propio Rilke, en uno de los pasajes del Malte, nos cuenta las gratas sensaciones contemplando el Panteón, o de cómo la estancia en esta ciudad empieza a transformar su mirada y sus quehaceres poéticos, más orientados cada vez hacia la cualidad del ser de las cosas, con evocaciones rotundas a Baudelaire y Flaubert.
Muchos años antes, David Hume (Edimburgo, 1711) vivió en París entre 1763 y 1766.
El filósofo que escribió el Tratado sobre la Naturaleza Humana se refiere así a esta estancia: “fue una gran satisfacción vivir en París, a causa del inmenso número de gentes con sensibilidad, conocimiento y educación que abundan en esta ciudad, más que en cualquier otro lugar del mundo, hasta llegué a pensar en instalarme allí el resto de mi vida”,
cita esta que forma parte de la breve autobiografía que escribió en un solo día de abril de 1976 con el título “De mi propia vida”, ya en vísperas de su muerte. Hoy, que la he vuelto a leer para escribir esta cita sobre París, me sigue resultado su lectura tan emotiva como provechosa.
9 de marzo,
sábado
Me lo parece… .-
Una alegría que no puedes compartir forma parte de las cosas tristes que nos pasan en la vida.
10 de marzo,
domingo
Zeitenwende.-
“Actualmente, todo a lo que había dedicado mi vida se está perdiendo paso a paso”.
Son palabras recientes de Jürgen Habermas (Düsseldorf, 1929).
¿Qué era eso a lo que había dedicado su vida el Gran Filósofo Alemán?
- siempre había mantenido viva la antorcha del optimismo ilustrado,
- nunca cesó en su apuesta por revitalizar la democracia,
- permanentemente se esforzó en fortalecer un europeísmo anclado en valores universalistas,
- y, desde luego, fue un inequívoco defensor de la paz…
Fernando Vallespín dice estas y otras cosas en un artículo que publica en El País, titulado “El desvanecimiento del mundo de ayer”.
Y añade:
“Coincidirán conmigo en que hay algo de estremecedor en esta desmoralización de alguien cuya biografía coincide con todo el periodo que abarca desde el fin de la segunda guerra mundial hasta nuestros días”.
Cuando Habermas dijo esto, todavía no se había iniciado la guerra entre Israel y Hamas, ni Trump había ganado el Supermartes, ni en Tribunal Supremo Norteamericano se había pronunciado sobre la elegibilidad de Trump.
Creo que escribo esta entrada para ayudarme a convivir con la lucidez y los malos presagios de Habermas, pues una pérdida que puede compartirse es un ingrediente esencial del consuelo.
Qué palabra esa, “Zeitenwende” (punto de inflexión, cambio de era).
La pronunció el Canciller alemán Olaf Scholf en el Bundestag, tres días después de la invasión de Ucrania por Vladimir Putin.
Espero y nos movemos para que esa “pérdida” a la que se refiere Habermas no continúe su “paso a paso” hacia el abismo…