15 de septiembre,
viernes
La novedad nuestra de cada día.-
Como si se tratara de la primera madrugada:
así sucede y así lo siento algunas mañanas.
Está ocurriendo, me digo,
ocurre hoy lo que no pasó ayer,
ni antes:
es otra cosa la cosa que pasa, y es otro quien la ve,
y otra la vivencia que siento,
y otras las imágenes que asocio.
Cada día se renueva sobre la pérdida del día anterior.
Por eso, la razón de un día no puede ser la razón de todos los días.
Este momento inicial del día que algunos asocian con ver la salida del sol, yo lo señalo como un momento propicio, ocasional, casual, impredecible… para sentir la alegría de vivir que se sobrepone a las cosas que podemos echar en falta a la vida.
16 de septiembre,
sábado
El vendaval digital.-
Un amigo me escribe este verano desde el lugar donde pasa vacaciones y me traslada un texto de Infocracia, libro reciente de Byung-Chul Han:
“Sin embargo, en la sociedad de la información post factual, el pathos de la verdad no va a ninguna parte. Se pierde en el ruido de la información. La verdad se desintegra en polvo informativo arrastrado por el viento digital. La verdad habrá sido un episodio breve”.
Quizá, quizá, la verdad tenga menos duración a causa, en parte, “del polvo informativo arrastrado por el viento digital”, pero…sigue existiendo. Sin verdad objetiva, sin verdades objetivas, no me imagino que pudiéramos sobrevivir como sociedad. La verdad está ahí fuera, en la realidad, en el conocimiento, en la ciencia, en el entendimiento de los seres humanos, que deseamos y pretendemos que el eupathos de la verdad vaya a alguna parte.
Las sociedades pueden desaparecer, pero no se suicidan.
17 de septiembre,
domingo
Kant y sus convidados.-
Kant, además de escribir y de dar clases de Filosofía,
además de ser una persona metódica,
era un gran conversador que gustaba de invitar amigos a su casa alrededor de la comida de los domingos, y disfrutar con ellos de la comida y de la sobremesa.
Del arte de la conversación dijo estas cinco lindezas, en las que me complazco:
1.- Evitar ante todo el silencio,
no los compases de espera,
sino el silencio persistente, al que califica de mortal.
Es “mortal” el silencio persistente, pero es “vital” el silencio intermitente, las pausas de espera antes de contestar o de replicar, o los silencios entre frases, incluso entre palabras.
De manera que para Kant ésta era la primera regla, el primer comportamiento refinado en el arte de la comunicación: para saber hablar, saber callar.
2.- Evitar que surja o, si surgiera, evitar que perdure un espíritu de contradicción, pues en materias de conversación la contradicción representa la guerra, frente a lo que debe ser el diálogo.
La paz es el presupuesto de la comunicación dialogada, en la que ni hay persecución ni nadie quiere acabar con las razones de quienes participan.
Argumentar, sí, que es razonar a favor de lo que uno quiere expresar.
Percutir y derrotar, no.
3.- Procurar que la experiencia de la conversación represente para todos los participantes un progreso cultural.
Me llama la atención la señal que Kant expresa para conocer que ese enriquecimiento ha tenido lugar,
que sitúa en la capacidad para reconstruir el diálogo cuando cada uno trata de recapitular, resumir la conversación, poniendo énfasis en los razonamientos expuestos y escuchados.
4.- Procurar, igualmente, que el tema de la conversación sea tal que interese a todos, y dé a cada uno la ocasión de aportar algo propio.
Frecuentemente olvidamos que “comunicar” viene de “común”, que el tema del que se habla interese a todos, o pueda interesar a todos, logrando hacerlo común desde algún punto de vista al menos.
A veces nos desgastamos un montón hablando de lo que nos interesa con quien no tiene ningún interés en lo que nos interesa, y sucumbimos a la pereza de buscar los interlocutores adecuados.
5.- Procurar que cuando la conversación se torne seria y difícil (lo que puede ser inevitable) cada uno contenga sus propias emociones y hable con todos en tono de recíproco respeto y benevolencia,
que no me parecen dos palabras más o menos sinónimas estas de “respeto y de benevolencia”,
sino más bien, ambas muy sustanciales para el placer y el provecho de la conversación.
18 de septiembre,
lunes
Los abuelos.-
No tener futuro no es una característica propia de las personas muy mayores, pues la tienen en común con todos los seres humanos. La diferencia es una cuestión de más/menos, lo que no me parece, por supuesto, algo menor, pues en eso consiste la vida.
A cambio de este “menos tiempo”, podríamos añadir otros “menos” muy interesantes…
pero…me quedo con un “más” que los abuelos disfrutamos en exclusiva: la amable y conmovedora mirada de los niños.