Dietario Desde Mi Jardin

Dietario desde mi jardín - Morera

5 de abril,

viernes

Lo Lejano y Lo Cercano.-

No sé si nos sentimos invitados a salir de nuestra habitación, ese espacio en el que vives y en el que todo lo sabes, aunque más allá de sus confines podría sorprenderte la intemperie, pero es aquí donde podrás encontrar cosas que no sabes, que nunca has oído, donde podrás aprender, de manera que, cuando regresemos, la casa y sus habitantes nos lo puedan agradecer.

No sé si recordamos que, ante la lejanía, la última siempre es nuestra casa, aunque se tratase de una casa sublime, de manera que debiéramos ser realistas y humildes, pues siempre somos los últimos ante la mirada de La Lejanía, lo que es, ciertamente, una Gran Suerte, pues nos permite ver eso que llamamos Lo Cercano.

Y tampoco sé si la vista de lo cercano nos interpela a crear y recrear el mundo en el que vivimos y del que hablamos cada vez que salimos de nuestra habitación, pisamos la calle, entramos en un bar o conversamos con un amigo, para, socialmente, intentar levantar algún árbol abatido, falcarlo para que no se vuelva a inclinar, y soñar con que se alce hacia el cielo mientras palabras y silencios maduran haciendo lo que saben.

6 de abril,

sábado

Las cartas.-

Me refiero a un libro magníficamente editado que compré recientemente solo por la llamada insistente de su título,

escrito por un autor que fue catedrático de Artes y Lenguas clásicas en la Universidad de Valencia en el siglo XVI.

El libro se titula “Ars conscribendi epístolas”, de Pedro Juan Núñez.

Me alegré mucho de que ocurran sucesos felices como éste, aunque en nada arreglen las guerras existentes,

y me ha llevado a reflexionar sobre el estado actual del género epistolar, al que tan sensible he sido siempre.

Todavía, en nuestra casa, Pilar sigue escribiendo cartas de las de siempre, de manera que asisto al rito

de verla escribir a mano,

doblar el papel,

guardarlo en el sobre,

pegar el sello,

y depositarla en el buzón que tenemos relativamente cerca, con el cartel de que la última recogida es “de lunes a viernes a las 13 horas”.

En los buzones domésticos ya no llegan cartas, solo las que envían bancos, empresas de publicidad, multas de tráfico, nada parecido a las cartas de las que aquí hablo, y, hasta éstas que aún llegan van a desaparecer a impulsos de los torbellinos digitalizadores.

El teléfono móvil, los SMS, las redes sociales y los correos electrónicos están acabando con las cartas tradicionales y con las tarjetas postales que remitíamos a amigos y familiares desde los distintos países que visitábamos. ¿Lo lamento? Que no, que no, que no: los inventos no tienen la culpa de lo que puedan llevarse por delante. Bien venidos sean.

Me fijo en Rilke que escribió miles de cartas.

Una de ellas fue la dirigida a su amiga Lou Andrea Salomé un 15 de abril de 1904, desde Roma a Göttingen, donde ésta se encontraba. Carta extensa en la que dedicaba este párrafo a contarle a Lou su relación básica con su madre:

“Mi madre ha llegado a Roma. Cada encuentro mío con ella es una especie de recaída. Siempre que tengo que volver a ver a esta mujer irreal, como perdida, sin vínculo con nada, que no logra envejecer, me percato de cómo de niño huía de ella, y temo profundamente que después de años de andar y correr no estoy aún lo bastante lejos de ella y que todavía, interiormente, tengo algún impulso que concuerda con la otra mitad de sus gestos marchitos…”.

¿Cómo algo así se puede comunicar en un Wattsapp o en un SMS?

Seguramente, no; pero ¿por qué no utilizar el correo electrónico cuando se trata de temas íntimos, y actuales?

La carta se extingue, sin duda, pero no su función, la de garantizar la conexión interpersonal, que sigue siendo fuente principal de riqueza personal.

Quiero pensar que el género epistolar está mutando, reconvirtiéndose en textos más cortos, más fragmentarios, más frecuentes.

Si tantos escritores pasaban mañanas enteras despachando su correspondencia, hoy también los escritores pasan, ya, horas y horas delante de la pantalla de su ordenador leyendo y contestando correos que llegan, y escribiendo otros muchos.

Jorge Guillén, Pedro Salinas, Kafka, Antonio Machado, Marcel Proust, Thomas Mann, Rilke, Arthur Rimbaud, Santa Teresa de Jesús, Madame de Sévigné, Albert Camus, por citar a autores que tengo cerca: todos tienen amplia obra epistolar.

Es posible que ya se estén escribiendo libros cuyo contenido sean “correos electrónicos… de tal a tal año”, el equivalente por ejemplo a “Cartas a Germaine (1919-1935)”, o “Cartas a un joven poeta”, o “Cartas a la hija”, o “Cartas al padre”, o “Cartas a mi maestro”…

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.