Dietario Desde Mi Jardin

Dietario desde mi jardín - La Violeta

16 de diciembre,

viernes

La voz del silencio.-

He visitado en la Fundación BANCAJA la exposición de Jaume Plensa, con el nombre de “La poesía del silencio”.

Un texto dentro de la exposición decía:

“te invito a que imagines el silencio”.

Me acojo a esta invitación del artista, y me recojo a Imaginar,

(ese punto de enlace entre el pensamiento y la intuición):

el silencio, la ausencia de gritos, la falta de ruidos, incluidos los  estruendos que hacen las bombas, tan actuales, tan coincidiendo con esta exposición donde todos estamos callados, y tranquilos, seguramente para escuchar el silencio de las obras en las que tanto se ha ocupado el artista;

contemplar el simple callar, no solo de gritos, sino de la violencia en los gestos, de la violencia de los músculos de la cara, de los aspavientos en el Congreso de los Diputados, de la violencia en la mirada de unos padres a su hijo por cualquier cosa;

imaginar la inmensidad del silencio de la noche rural ensimismada con el cielo estrellado…, aunque vivamos en ciudades donde ya no quedan las titilantes lucecitas…

imaginar, y mantener, la mirada absolutamente silenciosa de un muerto en cualquier localidad bombardeada de Ucrania…

17 de diciembre,

sábado

La voz del Encuentro.-

Visité también la exposición de Juan Genovés.

Estuvimos sentados delante del cuadro El Abrazo,

unos minutos,

me llegó a parecer que era como la continuación del Guernica, como fue la Transición Democrática, el feliz Encuentro de los españoles tras la guerra civil y la larga Dictadura,

aunque… me parece muy conveniente que los españoles sigamos mirando y sintiendo el abrazo de Genovés,

por si aquella Transición no fue tan feliz como nos ha venido apareciendo

y tengamos que vivir en una democracia no tan ancha como pensábamos, ni tan luminosa,

desde donde, quizá, todavía no nos consideramos, todos, legítimos,

donde parece que la propia Constitución nos enfrenta en la vida política cotidiana.

Un texto dentro de la exposición dice esto:

“Soy consciente de haber perdido el tesoro de mi mente infantil. Mi mirada aquella amplia, luminosa, optimista que tienen los niños. Ellos no conocen la sombra. Soy consciente de que la mirada abierta, luminosa y amplia la perdí cuando conocí la sombra. Cuando la descubrí y empecé a preocuparme por ella. Fue entonces cuando caí en la cárcel de la cultura oficial entre cuyos barrotes me encuentro”.

18 de diciembre,

domingo

La voz de las bombas.-

Los que somos muy mayores pensábamos que ya no nos quedaba ninguna guerra cercana sobre la que reflexionar, pero llevamos casi un año viendo a distancia los resultados de una en Ucrania,

que continúa,

que va a continuar no sabemos hasta cuándo,

que no sabemos cómo va a acabar.

Estar “viendo” es un decir, porque nosotros estamos aquí, muy lejos de sentir, y de ver, cómo queda una ciudad después de las bombas.

Muy lejos de percibir cómo,

en segundos,

no queda lo que había, lo que habían visto desde siempre sus moradores;

que, frente a lo que había, lo que queda son escombros y ruina,

este cuarto donde escribo:

escombro y ruina,

y cadáveres debajo, en esos momentos en los que no sabes ni quiénes, ni cuántos,

momentos de incertidumbre dentro de la trágica certeza de lo que ves y supones…

Cuánta belleza destruida.

Cuántos millones y millones de horas de trabajo desaparecidas,

con lo que cabe dentro de una sola hora de trabajo.

Colegios sin aulas.

Hospitales sin luz y destartalados, que necesitan, forzosamente, estar activos, qué presión tan insoportable para médicos y todos los demás que están vivos para asistir y aliviar y curar si se puede…

Futuros vitales que se han evaporado, a la vez, pero de uno en uno, ilusiones caídas una a una.

Familias que no se pueden dar la mano porque alguno ha muerto, o se ha tenido que marchar a mil, dos mil, tres mil…,

niños atrapados en un infierno tras ver morir a sus padres…

y más noches durmiendo con miedo, a bajo cero, sin luz, sin poder dejar la mente en blanco.

Si nos detenemos a pensar, hasta parece mentira que podamos vivir con normalidad cuando en una parte del mundo mucha gente vive y muere con tanta extrema anormalidad. Este instinto “reduccionista” es, quizá, lo que hace posibles las guerras, y lo que las hace tan malvadas.

19 de diciembre,

lunes

La voz de la violeta.-

Siendo todavía pequeño nos encargaron una redacción con el título de “La Violeta”, y esto es lo que recuerdo:

Que la hicimos porque conocíamos las violetas, sobre todo las salvajes, aquellas que crecían sin que ninguna voz las llamara a existir y a crecer;

Que las violetas vivían muy a ras de suelo, y es por ello que había que fijarse para descubrirlas, pues estaban muy desperdigadas entre las hojas, de ahí que en el Colegio de monjas de Santa Ana donde estuve dos años escolarizado me dijesen que la violeta era la flor que mejor simbolizaba la humildad, que era lo contrario de la arrogancia.

Que la fragancia de la violeta era tan suave y tan intenso que te llenabas de ella.

Y no sé, visto desde ahora….

me parece que no ha cambiado nada la callada y escondida vida de la violeta,

aunque a mí me dura el aroma de aquella sobre la que escribí  hace ahora setenta y dos años, y que dibujé sobre la página en blanco en la que escribía.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.