9 de junio,
viernes
Nuccio Ordine.-
Supe ayer de la muerte de Nuccio Ordine
durante el telediario de la noche,
y me dio un vuelco el corazón:
algo muy cercano se acababa de morir.
Me acerqué a mi mesa de leer y de escribir, ” y allí estaba “Los hombres no son islas”, y detrás, los otros, entre ellos, “La utilidad de lo inútil”, cuyas lecturas siempre me renuevan y revitalizan con la alabanza del conocimiento no mercantilizado y el elogio de una educación que tan escasamente se practica en Colegios y Universidades.
Tenía 64 años;
la vida son dos días,
como dice el matinal de los domingos en la SER cuando suenan las ocho,
pero en esos dos días caben todos los pensamientos y favorabilidades de este luminoso escritor que,
en el próximo otoño, no podrá desplazarse a Oviedo y
ya no podremos escuchar su discurso en los Premios Princesa de Asturias, Premio a la Comunicación y a las Humanidades.
10 de junio,
sábado
Alain Touraine.-
Un día antes fallecía el sociólogo y escritor francés Alain Touraine, agraciado en 2010 con el mismo premio que este año ha sido concedido a Nuccio. Iluminador escritor también con quien tantas veces me encontré en mi tiempo de estudiante de Derecho y de Filosofía, y de después, tan presente siempre en todos los movimientos sociales relevantes empezando por el mayo francés del 68, y reflexionando siempre sobre la capacidad transformadora de estos movimientos.
Quiero añadir que asistió a sus clases en París Manuel Castells Oliván, quien tuvo la gran suerte de encontrarlo allí, en 1962, cuando escapaba de España con 22 años. Touraine contribuyó a definir la vocación intelectual y política de Castells, nuestro gran sociólogo español, celebre en todas las Universidades del planeta.
11 de junio,
domingo
Ulises desea una vida común.-
Platón dedica las últimas páginas de la República a narrar el mito de Er.
Dice Er, el Armenio, que era un espectáculo digno de verse el de cada alma escogiendo un modo de vida entre los disponibles.
Cuenta que había visto al alma de Orfeo eligiendo la vida de un cisne;
y el alma de Támiras escogiendo la vida de un ruiseñor;
y la de un cisne que, en su elección, trocaba su modo de vida por la de un ser humano…,
hasta que vio al alma de Ulises, a quien por azar le había tocado ser la última en elegir.
Le vio que avanzaba para hacer su elección y,
con la ambición abatida por el recuerdo de las fatigas pasadas,
buscaba “el modo de vida de un particular ajeno a los cargos públicos”,
pues halló que quedaba esta posibilidad, menos preciada por todos los anteriores, y, tras verla, la eligió gozosamente.
Las personas de hoy nos empeñamos en ir errando por la vida recorriendo los estantes de un engañoso
supermercado donde se ofrecen al público las distintas vidas disponibles.
(Entre paréntesis, diré que esta actividad de elección de modos de vida Platón la refiere inequívocamente a “los hombres” como específico de varones, pues, a continuación, señala a las propias mujeres que hacen lo mismo que los varones, pero “de forma análoga”, es decir, por la relación de semejanza que existe entre cosas distintas. Hoy nadie dice que se trate de seres distintos, pero sí sigue siendo todavía realidad que optan a las vidas disponibles de manera muy discriminada).
Las vidas disponibles no son ilimitadas y hay circunstancias esenciales que nos acompañan desde el mismo nacimiento influenciando el propio devenir, como se aprecia en las diferencias que crea el género, o las posibilidades económicas de la familia en la que se nace. Qué tremenda asimetría, todavía.
Y qué asimetría tan brutal entre la importancia que damos a los qués (vidas disponibles) frente los cómos (vidas dispuestas).
Como si la vida fuera una carrera desenfrenada, incrementalista,
en una lucha para conseguir las “mejores vidas disponibles” frente al desinterés por vivir razonablemente la vida en la que estamos y aquellas por las que pasamos.
“Mejorar continuamente” en las vidas por las que pasamos,
que es:
creer en la capacidad innata de aprender y en el deseo de saber que la anima,
creer en que los hombres podemos mejorarnos mutuamente a través del conocimiento y de la potencia transformadora de los comportamientos colectivos.
Y lo que me parece más importante:
la aspiración ética de una vida común que pueda ser participada por todos los seres humanos.
Esta vida común universalizable la percibo como un ideal que lo podemos hacer realidad un poco cada día.
12 de junio,
lunes
Silvio Berlusconi.-
Escucho en la radio testimonios de gentes en las puertas de su casa en Milán lamentando el fallecimiento de Berlusconi, con pesar igual, o superior, al que yo siento estos días por la muerte de Nuccio Ordine y Alain Touraine.
Uuuuuummmmmmmmmmm……….