Dietario Desde Mi Jardin

Dietario desde mi jardín - Flor de Loto

9 de septiembre,

viernes

Mi nieto mayor cumple hoy 17 años.

Llegó a las tres de la tarde de aquel 2005,

lo vi en su cuna,

tapado para conservar de la manera más plácida posible la tibieza de la primera casa. Jorge me parecía el Gabi de hacía treinta dos años, el de aquel siete de julio de 1973.

Le dije: fuiste como él y él se hará como tú, y cuando él sea como tú, tú serás como yo, y a lo mejor te reconoces diciéndole parecidas cosas al hijo de tu hijo, que entonces será tu primer nieto.

En este nueve de septiembre (que también cae en viernes), me acecha el recuerdo de cuando yo era niño. Sentirme, siempre, cercano de la infancia quizá me haya librado de eso que es sentirse adulto del todo, con todos sus lugares comunes y con toda la tiranía de lo que se lleva y queda bien, algo que deseo para un recién nacido cuando lo veo.

10 de septiembre, sábado

Me parece comprensible, y muy normal, no entender algo de una amiga, de un amigo, de un familiar, pues…

¿quiénes somos para entenderlo todo?

¿es acertada esta pretensión?

¿es sensato pretender, quizá exigir, una explicación?

¿cuánta confianza podemos deducir de la necesidad de entenderlo todo basándolo en explicaciones?

¿resta interés al interés y a la complicidad de una relación?

¿Qué es lo importante, entonces?

11 de septiembre, domingo

Mañana redonda.

Hemos ido a visitar la Plaza de la Reina inaugurada recientemente, y nos ha encantado ver cómo hemos recuperado una plaza para el uso y disfrute ciudadano,

en un lugar tan emblemático, entre la portada barroca de la Catedral y la torre de Santa Catalina.

Han desaparecido todos los autobuses

de la EMT, que antes eran los soberanos del espacio,

de manera que la plaza resulta paseable,

con muchos asientos para descansar,

vegetalizada en lo posible,

y sin ruido: todo ello, una muy saludable extrañeza.

Al no circular autobuses ni coches

me ha parecido que las campanas del Miguelete revivían con todo su esplendor horario (daban las 11),

y las de Santa Catalina (llamaban a misa),

sonidos estos que los he recibido como una bendición que nos regala el progreso, que se hace compatible con las campanas centenarias de las Iglesias y humaniza la propia modernización imparable,

aunque ahora tocan sin quien las toque,

cuando en mi infancia éramos los niños y los jóvenes quienes las hacían sonar (con una soga desde la planta de la iglesia) y las volteaban (a pura brazada, desde el mismo campanario) .

Con la inauguración de la plaza, el Ayuntamiento ha tenido la buena idea de levantar una estatua a Rafael Guastavino, el arquitecto valenciano tan famoso en Nueva York por las bóvedas que construyó en notables edificios de la ciudad, algunas de las cuales vimos en nuestra visita de 2004.

12 de septiembre,

lunes

Por fin, ha empezado el tiempo del alzamiento de las mujeres.

La discriminación de la mujer por ser mujer viene de tan lejos que nos remonta al inició de la historia mitológica del mundo.

Dice el versículo 19,  artículo 2, del Génesis:

“Y Yavé Dios trajo ante el hombre todos cuantos animales del campo y cuantas aves del cielo formó de la tierra,

para que viese cómo los llamaría,

y fuese el nombre de todos los vivientes el que él les diera”.

No me extraña que Anna Freixas, en su libro “Yo vieja”,

apunte:

“Cuando ellas llegaron, los peces y las aves habían recibido ya sus nombres”

de modo que las ”varonas”  se encontraron con una unión entre masculinidad y mundo que durante milenios ha aparecido como indestructible, y que hicieron de la mujer un ser biológicamente imperfecto y menor.

¿Varonas?

Sí, sí, es traducción literal de la Biblia Vulgata, que llama a la mujer “virago”, y lo explica, “porque ha sido hecha del varón”.

Por eso, quizá, en el libro de Freixas se dice:

“Y ahora el vuelo detenido bajo las almohadas remonta. Es el principio, hermanas”.

Qué oportunidad para alzarse está perdiendo el Papa Francisco. Y las propias mujeres, que parece estar menos interesadas en la igualación funcional en el seno de la Iglesia Católica. Y los propios hombres, que damos poca importancia a “estas” cosas.

13 de septiembre,

martes

Me había llegado el turno para comprar carne en Palanca (el  puesto de carne que ya existía en 1928 cuando se inauguró el Mercado Central de Valencia). La señora de mi lado me señala el papelito con el número de espera  que había tirado al suelo, cuando en el mostrador había cestas muy adecuadas y muy a la mano para depositarlos. La sorpresa de la señora fue mayúscula cuando se lo agradecí generosamente, reconociendo la negligencia de mi descuido, hasta el punto que dio lugar a un breve y cordial intercambio sobre el comportamiento social saludable, que incluía, pensábamos ella y yo, la ayuda mutua  que nos advierte de los deslices y perezas de índole social en los que incurrimos, sin desconocer, me apuntaba la señora, de lo peligroso que puede resultar llamar la atención a un desconocido por el mal uso del suelo común que pisamos…

Me reafirmé en la importancia vital (¡y política!) de la amabilidad, no solo la amabilidad fabricada o industrial que está tan de moda (y tan helada), sino la amabilidad cordial decidida a hacer más humanos nuestros cada día.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.