6 de enero, viernes
Ética y estética de la casa.-
¿Por qué la sociedad da por descontado, todavía, que el ámbito doméstico es una responsabilidad de las mujeres?
Más allá de que nos lo preguntemos,
más allá de afirmaciones entusiastas, genéricas y fáciles, de igualdad entre hombres y mujeres,
más allá de contribuir a trancas y barrancas a ayudar en las tareas domésticas…
importa educarnos en una responsabilidad colectiva,
y practicarla,
mientras vamos cambiando el panorama en las plantas de los supermercados, o los hijos van viendo con naturalidad que es el padre quien se queda en la cocina después de la cena para dejarla aseada y pulcra.
No importa lo que dejemos de hacer por nuestra participación en las tareas y gobierno doméstico…ya lo compensarán ellas con su tiempo liberado, y el mundo familiar y mundial no perderán por ello, y, en consecuencia, la estética y la ética de nuestras casas se adaptarán al gusto y a las posibilidades de todos sus habitantes.
7 de enero, sábado
La música.-
La realidad es que viví muy alejado de la música, tanto de la que se escucha en conciertos cerrados o callejeros como la que se escucha en la propia casa. Desde hace unos años acompaño a Pilar cada martes a los conciertos de la Filarmónica de Valencia, de cuya sociedad soy socio.
Algunas veces pregunto al grupito de personas con las que solemos coincidir y que han asistido desde jóvenes a estos conciertos algo relacionado con lo que estamos oyendo, y siempre me encuentro con una especie de evasiva, pues me contestan que saben cuándo les gusta una música o cuándo no les gusta, y poco más…
Yo me quedo pensativo, pues no logro aclarar-me por qué la música es sublime a veces y a veces no, o por qué las personas con las que hablo no dan valor a saber las razones del gusto o del disgusto de la música que escuchan.
Sospecho que si el gusto o el disgusto es lo único que nos relaciona con la música…, quizá es que seguimos siendo ignorantes de la música, quizá es que nos gusta menos de lo que decimos que nos gusta, y que carecemos de criterios para elegir asistir o no asistir, y acertamos o nos equivocamos por casualidad.
Voy todos los martes al concierto de la Filarmónica. A medida que sigo yendo…noto que la busco.
8 de enero, domingo
Dos cumpleaños por año.-
Cuando cada año mi compañera de toda la vida cumple edad, siento que yo también la cumplo, por segunda vez, pues “su edad” tiene mucho que ver con la vejez que tengo, con la juventud que tengo.
Por eso, cada ocho de enero es también mi cumpleaños en la edad de otra persona.
9 de enero, lunes
Salir a la calle.-
Cada mañana salgo a la calle.
Me gusta comprar el periódico y saludar al kioskero,
encontrarme con el búlgaro sentado en su banqueta, siempre elegante y siempre en el mismo sitio,
tropezar de manera directa con la luz del sol, y con la inmensa palmera de la calle Matemático Marzal, único árbol del barrio, a parte del Gran Árbol que echa raíces desde arriba hacia la tierra mirando ya a la Gran vía de Ramón y Cajal en su confluencia con la Plaza de España…
Me gusta salir a la calle,
porque la calle es la ruta común de las personas donde acumulas “holas” y “hasta luegos”, alborozos y disgustos, acciones y reacciones.…
Si Emil Cioran leyera esto supongo que se le pondrían los pelos de punta, pues él escribió un 4 de junio de 1958 en su casa de la calle L’Odeon, 21, de París:
“Tras una noche en vela he salido a la calle. Los transeúntes parecían autómatas, ninguno tenía la pinta de estar vivo, todos parecían movidos por un resorte secreto; movimientos geométricos, nada espontáneos, sonrisas mecánicas, gesticulaciones de fantasmas…; todo estaba anquilosado”.
Pienso que salgo a la calle también para ver lo que dice Ciorán que ve.
Al final del día importa poder decir: “He salido”, expresión ésta de Rilke en el arranque de Los Apuntes de Malte Laurids Brigge en 1903, también referido a París, en la calle Toullier, 11.
10 de enero, martes
En una iglesia de Florencia.-
Nos desplazábamos por Florencia libremente, atentos a lo que nos salía al paso.
Una de las cosas que nos salió al paso fue la Iglesia dedicada a los Santos Miguel y Gaetano, en la Plaza Antinori, continuación de vía Tornabuoni. Estaba abierta, con solo dos personas dentro, y de la que anoto estas tres imágenes.
La primera, un cartel, en el que ya percibes que en esta Iglesia no se andan con bromas, que allí se dice la misa como siempre.
La segunda, la fachada.
Y la tercera, las dos personas del interior, una de ellas una mujer velada, de mediana edad, en charla devota con un fraile, separados entre sí con medio metro más menos.
Vimos la iglesia, desde luego, y su fachada. No es fácil ver en Florencia una iglesia barroca, tan cargada con la historia civil y política de quienes la promocionaron. Pero…
¿qué queréis que os diga?
me interesó más la charla recogida de una señora velada de mediana edad con uno de los sacerdotes de la Iglesia, ajenos ambos a todo cuanto sucedía en el amplio espacio de las naves. Una charla que, cuando la abandonamos, continuaba…