13 de octubre, viernes
La placidez del aburrimiento.-
Si me aburro…
seguramente me aburro de mí mismo
no de todo aquello que está a mi alcance.
Quizá nos cansamos de ver las cosas de la misma manera,
olvidados de “aprender a ver”,
agobiados de pensar lo mismo que tanta gente sin que nadie suscite el interés de nadie,
y es ese ver sin mirar
y ese pensar siempre lo mismo
lo que aburre y descontenta.
No necesariamente debo cambiar lo que veo y lo que pienso, y menos con esa prisa frenética de sustitución.
Es la manera de ver y de pensar lo que debo cambiar si es que prefiero no aburrirme…,
o aburrirme, pero prefiriéndolo, y entonces el aburrimiento puede resultar una muy buena opción….
14 de octubre, sábado
Excelentes y miserables.-
Cuando decimos que somos a la vez excelentes y miserables/buenos y malos, quizá no lo hagamos desde una actitud ecuánime y serena, sino en un alarde de narcisismo, pues nada mejor para resaltar y acrecentar la excelencia que ponerle al lado algo de miseria. Y así es muy fácil asistir a demostraciones de humildad cuando decimos algo así como: perdonad, pero es que “de esto” entiendo muy poco, en donde de manera ingenuamente disimulada nos queremos adornar con lo mucho que entendemos de todo lo que no es “esto”.
15 de octubre, domingo
Sobre si la vida es un asco….-
Es frecuente escuchar o leer que la vida es un asco,
pero ha habido y hay sabios indubitados que han sido capaces de entrever la realidad que hay detrás de la espesa niebla que las convenciones sociales levantan a su alrededor, y elevar a verdad poética la doliente realidad de la vida, y, haciéndolo, más que asqueártela, te la acercan.
Traigo como ejemplo este poema de Agustín García Calvo, a quien tuve la suerte de tener como profesor de latín en la Complutense de Madrid:
1
Solo de lo negado canta el hombre,
sólo de lo perdido,
sólo de la añoranza,
siempre de lo mismo.
Cuando cerró para siempre el huerto
la cancela de espinos,
entonces se inventó la queja de la lira,
la flauta del suspiro.
Y desde entonces solo canta
en su torre el cautivo,
a su rueca la esclava,
el desterrado en el navío.
De la jaula (aletea y sangra)
el pájaro desconocido
salir quiere, y no puede:
su jaula es él mismo.
Y por eso el minero canta
por un sol de oro limpio;
canta el pobre, la pena canta;
no canta el rico.
Entre las piernas de la amiga
vida busca el amigo,
y se encuentra con un tesoro
de verdes ojos fríos.
Y así es como canta el hombre
por su niño antiguo,
y la boca sin pan y sin besos,
y el cielo vacío:
siempre de la añoranza, de lo negado,
de lo perdido;
siempre de lo de otro,
nunca de lo mío.
Aparece este poema en “Canciones y soliloquios”,
editorial Lucina, 1976.
Hace ya once años que Agustín García Calvo no está (falleció el 1 de noviembre de 2012,
sigue dejándose leer y cantar.
(Si lo cito…, no puedo dejar de referirme a aquel otro poema “Libre te quiero”, con música y canto de Amancio Prada).