8 de diciembre, viernes
Jane Mansbridge.-
En “El País” del pasado tres de diciembre me enteré de la existencia de Jane Mansbridge, a través de un artículo en el que la autora se refería a un libro suyo que acaba de publicar en España Gedisa, titulado “Feminismo, democracia y poder”, y del que decía que era una buena manera de adentrarse en las ideas de la escritora norteamericana.
Me detuve en el artículo sobre esta mujer de 84 años a quien le concedieron en 2018 el Premio Johan Skytte, Novel de las Ciencias Políticas. De este artículo, traslado estas dos ideas:
“Una de las contribuciones más significativas de Mansbridge es el concepto de democracia unitaria o de la amistad, que se basa en la igualdad, la empatía, el diálogo y el consenso. Se opone al modelo democrático actual, que denomina “democracia adversaria” y que considera la enemistad o el conflicto como condiciones intrínsecas de la política”.
Y es que nos olvidamos de lo elemental, que la democracia no tiene enemigos en su interior;
que todos los demócratas sirven al pueblo que los elige;
y que los demócratas sirven a la sociedad de dos maneras, perdiendo y ganando elecciones. Cuando la democracia tiene enemigos dentro resulta una excrecencia nada saludable y muy perturbadora.
La esencia de la política es el diálogo, y su negación es la guerra (en la que estamos en España con un desconsuelo que nos hace llorar de lástima y de rabia, sobre todo por la degradación del lenguaje político que hace esta oposición que tenemos en España.
La segunda idea que quiero trasladar me parece de un hondo calado vital. Dice la articulista:
“En su vida personal, es la principal cuidadora de su marido, un destacado intelectual que ahora sufre demencia. Su motivación para mantenerse activa es mejorar lo que le importa. Dado que los problemas que le preocupan persisten, la constante necesidad de aclaración conceptual e información sobre las ideas y acciones de los demás le impulsa a seguir reflexionando y deseando ayudar”.
Me parece un programa magistral de vida suprema.
Y ejemplarizante.
¡!Qué prodigiosa manera de hacer política!!
9 de diciembre, sábado
Suboficial del ejército de tierra.-
Durante cuatro meses ejercí como Suboficial en el Campamento General Martín Alonso, en Tremp (Lérida), que fue una de las plazas que solicité cuando pedí destino por mi nombramiento como Sargento.
No puedo decir que fue una etapa perdida (lo siento si hay algún purista que me lee), y me abruma un poco pensar que fue una etapa feliz de mi vida. Lo fue por muchas razones, entre otras, la de cumplir el “servicio militar obligatorio”, deber este que decaería, afortunadamente, años después.
Debo decir que en las Milicias Universitarias que realicé durante dos veranos en la Granja de San Ildefonso me esforcé en alcanzar el grado de “suboficial”; digo que “me esforcé” porque mi objetivo fue pasarlo bien dentro de lo que se podía y no alcanzar el grado de Alférez, que es a lo que estábamos destinados la mayoría de cadetes. No hice ninguna barbaridad en el periodo de formación y adiestramiento, pero sí me escaqueé cuanto pude, de manera que nunca destaqué y, frecuentemente, era sorprendido en el escaqueo, sobre todo cuando teníamos que simular guerritas arrastrándonos por el suelo, caminando con rodillas y codos.
En Tremp me hospedé en la Residencia de Suboficiales, y desde allí me acercaba diariamente al Campamento a realizar mis tareas profesionales con los soldados, entre otras, a nivel teórico, enseñar el manejo del armamento básico, y a nivel práctico dirigir el adiestramiento militar de la unidad sobre la que tenía mando.
No me lo puedo creer, pero lo hice.
Además, claro, de recorrerme con insistencia durante los fines de semana los Pirineos tan cercanos y tan inauditos.
10 de diciembre, domingo
La moda del Storytelling.-
La Editorial Herder acaba de publicar un nuevo libro del filósofo Byung-Chul Han, con el título “La crisis de la narración”, que lo inicia con un prólogo del que su primer párrafo dice:
“Hoy todo el mundo habla de narrativas. Lo paradójico es que el uso inflacionario de las narrativas pone de manifiesto una crisis de la narración misma. Está haciendo furor la moda del storytelling, que es el arte de narrar historias como estrategia para transmitir mensajes emocionalmente, pero lo que hay tras esa aparatosa moda es un vacío narrativo, que se manifiesta como desorientación y carencia de sentido. Ni el storytelling ni el giro a lo narrativo harán que regrese la narración. La clamorosa demanda de narrativas denota que en ellas se produce una disfunción”.
Hemos perdido el relato,
lo estamos perdiendo;
la narración se está transformando en una herramienta más del capitalismo, que ya no sirve “para acomodarnos en el ser”.
Más informados que nunca, pero muy desorientados…, y muy incómodos en nuestro estar.