Dietario Desde Mi Jardin

Dietario desde mi jardín - Anémonas

17 de marzo, viernes

La escoba como solución.-

Era un día de estas Fallas recientes, y todo ocurría en el diminuto espacio de la terraza del bar donde yo tomaba el café como todos los días.

En esta ocasión, a mi lado, ocupaban mesa un señor de unos treinta y cinco años con una niña de unos siete. Parecían un papá y una hija que estaban almorzando a la vez que hacían una pausa en el recorrido fallero. A la niña se le debieron caer unas cáscaras de cacahuete al suelo, y observo cómo el padre pide a la camarera una escoba para recoger los desperdicios, y exige que sea la niña quien los recoja: cariño, coge la escoba y recoge lo que has tirado.

Parece nada,

una anécdota sin importancia,

algo normal que no merece comentario alguno,

una rutina…,

un micro movimiento entre tantos que configuran la acción educativa de papás y de mamás,

¡nada menos!

No pude dejar de reaccionar para mis adentros:

este padre ha delegado la acción educativa en el castigo.

Está seguro que el castigo educa a su hija mucho mejor que lo haría él con sus palabras, con su tiempo y con la oportunidad de almorzar juntos en una hermosa mañana de fallas, que, supongo, están juntos porque la hija ha dormido en su casa por aquello de la patria potestad compartida.

Juntos padre e hija,

juntos iniciando una mañana fallera,

recién plantadas las fallas durante la noche:

qué hermosa circunstancia que el padre utiliza para castigar con una escoba.

Se “delega” el poder de hacer algo, cuando quien tiene el poder de delegar ha llegado a la conclusión de que el delegado va a hacer mejor que él lo que se tiene que hacer para conseguir un buen resultado. Aquí “lo delegado” es “la punición”, es decir, la pena; que la pena haga reflexionar a la hija-niña de haber cometido un descuido, una falta, algo tipificado en el Derecho Penal Familiar o Monoparental.

Y para colmo lo hacen…

por amor,

¡ay, ese “cariño”, tan estridente y tan chirriante: (porque te quiero, te castigo);

 creen más en el poder educativo del castigo que en el poder de sus palabras y de su paciencia.

La vía punitiva no tiene poder educativo.

Si queremos algo lento pero eficaz acudamos a lo de siempre: la educación,

que implica,

sobre todo,

ejemplaridad y compañía siempre amable, siempre amorosa. Con “educación”, además, se llega allí donde no alcanza el poder de prohibir y de castigar, un espacio cada vez más ancho en la actualidad y de consecuencias tan alarmantes en estos tiempos nuestros.

(Remarcaré que no me ha abandonado la “anécdota” en todo este día de Fallas,

pensando que el problema número uno de este país, y de los países, debería ser la educación, la educación, la educación).

18 de marzo, sábado

El olvido que seremos.-

“Era una mañana luminosa y estábamos en el patio, al sol, mirando los colibríes que venían a hacer el recorrido de las flores”.

Estas palabras forman parte de la primera página del libro

“El olvido que seremos”,

de Héctor Abad Faciolince,

que escribió sobre su padre, Héctor Abad Gómez, asesinado en Medellín por su defensa de la igualdad social y de los derechos humanos.

Leí el libro en 2007, año de su primera edición, y me pareció entrañable, verdadero, ejemplar, lleno de tristeza y de alegría, de tragedia y de vitalidad;

lo sigo leyendo algunas veces cuando tengo que atravesar parajes inhóspitos de la vida;

lo sigo leyendo porque me encanta la silenciosa labor polinizadora de colibríes, abejas, insectos varios…,

y porque estamos entrando en la primavera, que yo veía hace muy poco en los almendros en flor que jalonan el camino hacia Mora de Rubielos.

19 de marzo, domingo

Las anémonas.-

Hubo una vez una Anémona,

en un jardín de Roma,

que había estado tan abierta, tan abierta,

durante todo ese día…,

que, cuando llegó el reposo del ocaso…,

ya no pudo cerrarse como hacen todas las flores de su especie.

Fue horrible verla en el ya oscurecido jardín,

abierta completamente,

acogiendo, agobiada, dentro de su cáliz,

la noche excesiva sobre ella,

impotente de recoger los bordes de las hojas desplegadas,

impotente de ejercer su única libertad de abrir pétalos con el alba y de cerrarlos con el ocaso.

20 de marzo, lunes

El tiempo irreversible.-

Se puede volver a una ciudad, pero nunca podemos volver a aquel día y a aquella ciudad.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.