Del Burdeos primaveral al que viajamos un mes de abril me gustó todo: el reflejo amarillento del Garona y de la piedra en muchos de sus edificios, su proximidad atlántica, el ambiente relajado y vividor de sus terrazas, mucho, su ritmo lento de ciudad no muy grande pero con distintos paisajes. Querré volver.
De esa manera tan azarosa y casi mágica que tienen los viajes de sorprendernos y llevarnos por caminos inesperados supe, casi de vuelta, que Mercè Rodoreda, de la que no sabía nada, pasó parte de su exilio en Burdeos, muchos años antes. Ganándose la vida cosiendo. Me hubiera gustado recorrer sus calles, aunque no lo hice, y eso que no hacemos aunque hayamos querido me parece ahora que forma parte del viaje (y de la vida en general) igual que lo que hacemos.
En las cartas que escribió desde allí a su amiga Anna Murià, que a la vuelta leí, habla de la oscuridad de ese tiempo en un Burdeos muy distinto al que yo conocí:
“He passat penes i misèries, vaig viure sola un any i mig, he viscut molt i he produït poc. D’ençà que els alemanys són fora, és a dir, d’ençà que sento una sensació de seguretat al meu voltant —hem viscut molt de temps sota un règim d’alertes i bombardeigs, a Bordeus els alemanys hi feien una base submarina—, m’ha agafat la febre d’escriure. El drama és que no puc. Treballo fins a l’embrutiment per a mal viure. Faig camises de dormir i combinacions per a un magatzem de luxe.”
Después leí Mirall Trencat, una novela en la que a pesar de las tragedias sobrevive y deslumbra una belleza poderosa de flores y árboles, pájaros, deseos, recuerdos… Pienso en esa mujer tan atenta a lo bello que sobre los 40 años se encontró en un Burdeos que entonces no sería dorado.
“La meva vida durant aquests anys te l’aniré donant a trossos en diverses cartes. He fet bruses de confecció a nou francs i he passat molta gana. He conegut gent molt interessant i l’abric que duc és herència d’una russa jueva que es va suïcidar amb veronal. A Limoges van quedar-se’m un ovari però el que no deixaré a França serà ni la meva energia ni la meva joventut…”
La vida se resiste a ser aniquilada aun en las peores de las circunstancias.