Textos Casuales

Atardece...

Si todos sabemos sobradamente que la vida no tiene una duración para siempre, deberíamos conformarnos con la vida tal como es: no lo hacemos.

No lo hacemos porque pensamos la vida desde Lo Absoluto y no pensamos en absoluto en la muerte

que silenciamos,

y así…

pecamos contra la vida

la difamamos

decimos de la vida lo que no es

la vivimos de manera impropia

y le arrebatamos su aroma más sutil, sus dos interrogantes de compañía,

qué vivir y cómo vivirlo,

más allá de ir añadiendo días, semanas, años, mañanas, tardes, fines de semana… 

Por eso, por esto, y por mucho más…

la muerte siempre nos sorprende como si de una cosa rara se tratase

(cuando se trata de la cosa más común),

nos sorprende como una victoria sobre la vida

(cuando es la vida misma),

acostumbrados como estamos a vencer todas las enfermedades que no son la última,

a percibir la enfermedad como algo accidental, que llega y pasa, hasta acostumbrarnos….

(quizá por esto la enfermedad es tan poco literaria y quizá por esto la enfermedad previa a la muerte cursa tan escondida a la mirada de la sociedad).

 El principal responsable de esta “estrategia” es el pensamiento deseducado, y son responsables menores los sentidos, las sensaciones, los deseos, el deseo de inmortalidad que la joven Sibila de Cumas quiso hacer realidad pidiendo al Dios Apolo vivir tantos años como granos de arena había cogido en su mano, pero olvidó pedir la eterna juventud para vivirlos y por ello se fue consumiendo y envejeciendo más y más por los tiempos de los tiempos…

Escribo esta entrada desde el recuerdo íntimo y reciente de asistir a un ocaso desde el mirador de El Saler sobre La Albufera, el mismo que contemplaron generaciones pasadas, el mismo que emocionará a generaciones venideras…

Ah, si pudiera vivir nuevamente mi vida… !contemplaría más atardeceres….!

Cae el sol;

con él se inclina el día

y la tarde se desliza hacia la noche ineludible.

Desde algún rincón de mis adentros, oigo:

“quédate”,

no sé a quién, o a qué, se lo digo, pero sí sé que lo decía con emoción, que reprimí.

 Cae inexorablemente el día y el cielo se llena de alertas que anuncian el final.

Cruza el sol la línea del horizonte y todavía quedan sus ecos que poco a poco van silenciando colores hasta que la noche empieza a ganar la bendita oscuridad.

¡!Quién no querría morir así!!,

de manera ligera, suave, correcta incluso, bella (sobre todo).

Los humanos podemos ayudar a morir así: ahora hemos dado un Gran Paso con la aprobada Ley de Eutanasia que entrará en vigor el 25 de junio próximo.

¡Quién no querría morir de manera “buena”, en completa conformidad, con profunda satisfacción, en dulce paz interior con uno mismo y en fraternidad con lo extraño! 

Los humanos podríamos hacerlo si fuésemos capaces de asumir el desafío de haber nacido y la responsabilidad de una transición responsable y visible hacia la muerte:

  • Unos, bajo la mirada del Absoluto (Dios) que proclama que “quien muere, no muere para siempre”.

  • Otros, con fundamento en una mirada racional sobre la condición finita y contingente de las personas,

con el final de una vida cuya verdadera eternidad es la eternidad del tiempo recobrado, y cuyo principal regalo es perder, al fin, la costumbre de ser Alguien cada día.

Pascual García Mora

Artículo escrito por Pascual García Mora, compartiendo pensamientos y reflexiones desde Scholé.